Por: Julio Peralta
Hoy por la
mañana, el Sangangüey se mostró revitalizado, dejando la quietud de la
invisibilidad y revelándose en todo su esplendor invencible. Su majestuosidad,
coronada por una estela de nubes, inspira una profunda sensación de asombro y
reverencia.
Al
observarlo, nace una esperanza renovada de tiempos mejores. Este imponente
gigante nos recuerda la suma de nuestros esfuerzos por salir adelante, el
espíritu incansable de nuestras comunidades, y la fuerza de nuestra unión para
alcanzar lo que nos proponemos.
El
Sangangüey, con su presencia imponente, se convierte en un faro de
perseverancia y progreso, un símbolo claro de que vamos por buen camino. Su
imagen, serena y poderosa, nos contagia de optimismo y nos motiva a seguir
trabajando juntos por un futuro más brillante y prometedor.
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