Por: José Ma. Narváez Ramírez
Quienes vivimos en aquellos
días felices de 1945 en Santiago, aún recordamos al equipo de béisbol donde el “Zurdo”
Sánchez, jugador de “El Rebaje”, espectacular primera base que dejaba el
corazón en cada jugada que se escenificaba en el viejo, enzacatado y “aguado”
terreno llamado de “Cantarranas” –allá por detrás del Cerro Grande- y hacía
unas atrapadas de antología con su guante “derecho” y terminaban por regla
general los tremendos agarres entre las novenas de Ixcuintla y la de los
“Coqueros” de Tuxpan, con una apasionada “pasada de gorra” entre la tropa que
la llenaba de monedas y billetes (para el “Zurdo”) y con el obsequio de varias
cajas de cerveza (de aquellas de a cincuenta cuartitos) que se repartían al
destape democrático de “cada quien que agarre la suya como pueda”… Y todos a
decir salud por lo vivido…
Había otros buenos jugadores que integraban el tremendo
trabuco santiagoixcuintlense, pero el consentido era el “Zurdo” Sánchez, que
hacía el compás a la hora de la revirada del pitcher hacia la primera base –si
usted quiere exagerado- pero siempre le daba ese toque de sorpresa y elegancia
que electrizaba a los cientos de aficionados que nos arremolinábamos alrededor
del campo de beis, antes de que mi señor padre inaugurara el Estadio “Revolución”
donde vimos jugar a Sánchez y hacer sus singulares atrapadas y batazos
oportunos sin dejar en el tintero su destreza para correr las bases. Esto fue
en 1945.
En aquellos años, el
enorme terreno donado por “El Gato” Virgen” podía albergar a los jugadores de
todos los deportes porque había canchas delineadas para practicar los juegos
conocidos en aquellos tiempos. Abría puerta el campo de futbol y le seguía el
de béisbol, alrededor del primero se podía correr en bicicleta o a pie (como
incipiente velódromo o pista de atletismo, respectivamente). Aún quedan los
vestigios de las bien cimentadas gradas.
Ahí veíamos a José Lucas “Cachi” Vallarta
Robles, en los tiempos de vacaciones cuando venían de Guadalajara, colocarse
los tacos de fútbol con el pie vendado, portando su uniforme del Atlas y
acompañado de los hermanos “Canarios” Sánchez –jalisciences-, el “Tabernero”, el
“Mónchi Katónchi”, el tremebundo portero Efrén “El Chachalaco” Rodríguez y una
buena carretada de futbolistas que nos dejaban a los chávalos de aquella época
boquiabiertos, cuando nos tocó por vez primera ver patear el balón como mandan
los cánones y entrenar con ritmo y destreza. Los juegos que tuvimos oportunidad
de presenciar ya no eran una bola de “pateadores” que se arremolinaban hacia
donde iba el balón sino que se empezaba a practicar el fútbol de escuela.
Podemos decir que los Vallarta Robles fueron los primeros introductores de
éstas técnicas en mi pueblo.
Al
fondo del enorme estadio cerraba un campo de tiro denominado “Los Gavilanes”,
en el que figuraban los pescadores y cazadores más destacados de aquella
inolvidable época, como lo fueron don Alfredo y Florencio Román (precursores
del actual Torneo de Pesca del Estado), don Ignacio Peña Zamudio, don José
María Narváez Madrigal, don Fidel Rivera, don Federico Meléndez, don Julio
César Ramos Hernández –“el benjamín”-, don Miguel García de la Cadena, don Miguel Pintado
y Ortiz, y muchos más que consiguieron varias preseas en los tornos de tiro que
se celebraban en los demás clubes de esta clase.
Por
otro lado en la cancha de la escuela primaria “Juana de Asbaje” tuvimos la
satisfacción de admirar a los tremendos “Diablos Rojos” de Santiago, campeones
estatales de basquetbol por cinco veces consecutivas, dirigidos por el profesor
Fermín Álvarez Soltero y auspiciados por el más entusiasta promotor de béis y
fút, don Manuel Robles Sánchez.
Bien
dicen que recordar es vivir, y ya se han muerto gran parte de las estrellas de aquél
equipo de campeones, en el que todos merecen el homenaje que se pretende hacer
a los deportistas de aquellos tiempos, que dejaron en la cancha toda su entrega
y amor por los colores representativos de Santiago Ixcuintla, sin que hubiera
una retribución económica determinada, solamente su entusiasmo y su espíritu
deportivo como bandera de honor.
“El Muralla” Moreno, “El Mudo” Aréchiga, “El Tepiqueño”
Valentín Gómez, “El Cartucho” Castro, “El Profe Trini” Alcántar, “Yel” Gómez,
“El Jojol” Parra, “El Cuamecate” y “El Becerro” Meléndez, “El Chachalaco”
Rodríguez y otros más que se me escapan de la mente pero que ahí está su
ejemplo para los jóvenes de mi tierra que hoy ponderan las hazañas en los
parques del mundo de grandes beisbolistas que también dejaron su huella
imperecedera en los anales de la historia de la Gran Carpa, pero que
todos merecen ser recordados y digamos “eternizados” cuando menos en un Salón
de la Fama
-provinciano- en el que se exhiban sus fotografías y sus trofeos.
Y ahí está don Raymundo “El Cabezón” Betancourt para
afianzar esos recuerdos con sus calientes y verídicos relatos que hoy se
convierten en un auténtico tesoro deportivo, sin olvidar al “Miope” don Roberto
Arce Burgueño, un acaponetense que adoptó a Santiago como “su tierra natal” y
que nos dejó un legado de escritos y fotografías en los periódicos de Ixcuintla
y de la entidad.
Control… Señores… Control… Tal vez se debe de hacer una
encuesta popular para saber a quien prefiere el pueblo de Santiago para
rendirle un verdadero homenaje, pero los de ahora no vivieron las hazañas de
aquellos que las escenificaron y se incurriría en errores u omisiones o de
apreciación, lo mejor es hacer el Salón recomendado, salvo su mejor opinión.
“Honor a quien honor merece”