Por: José Ma. Narváez Ramírez.
Así dice la canción del
compositor santiagoixcuintleño cuando habla de su tierra natal… -aunque huele a
tecualeño porque estuvo más en aquellos lares que en estos, pero nadie le va a
negar el mérito de haberle compuesto a Nayarit un corrido que por poco desbanca
a otros de gran fama… Gallegos, es su apellido (luego que platiquemos con el
Antropólogo nayarita Francisco Samaniega, les daremos una amplia información de
la vida de este gran paisano).
Y no cabe duda de que el terruño donde uno ve la primera luz
es el más bonito del mundo… y a su servidor le tocó ver la playa del río más
bella del universo cuando la adornaban el Puente de los Cargadores y las canoas
configuradas por artesanos de la sierra, arriba de Aguamilpa… Todavía me tocó
conocer a uno de los sobrevivientes, del que ojala Dios me conceda hacerle una
entrevista para presentarla a su atención.
Y les decía que eran unos arenales extensos
donde –cuando el río lo permitía- cabían
dos estadios de béisbol, ahí se escenificaba la Feria de Primavera, cuando
hacíamos los estudios de secundaria frente a la vieja casona de don Rafael
Tortajada Rivera… Un “veracruzano muy santiagueño”, bastante querido por sus
“paisanos” de acá de este lado… Y el pueblo se veía hermoso contemplado de aquí
para allá y de allá para acá… O sea de Santiago a La Presa y viceversa… Máxime
cuando observábamos el paisaje desde lo alto del Cerro Grande, allá en La Cruz, cuando íbamos a volar
papalotes y a echar al viento nuestra imaginación de jóvenes imberbes… teniendo
como fondo el gran lienzo divino donde Dios plasma sus mejores pinturas en unos
atardeceres de ensueño y en unos amaneceres mejores –dijera don Rafael-… y
también cuando las nubes cargadas como ubres hinchadas de vacas obesas, lo permiten, al igual que
los tremendos rayos y centellas característicos de las tormentas costeñas…
Mirábamos desde lo más alto del pueblito hacia Los Corchos y
ya pardeando la tarde veíamos el mar… antes de que empezaran las películas en
el Cine Alameda, las que “nos las echábamos gratis” desde este lugar
privilegiado. Luego el inmueble del Mercado Municipal y el del Hotel Santiago…
Hacia La Presa al término del horizonte, nos quedábamos
extasiados contemplando la
Sierra de Picachos, entre otras enormes elevaciones de
terreno que nos parecían el final del paraíso nayaritano –como llamábamos al
municipio santiagoixcuintleño-… Por el lado del Cerro de Coamiles veíamos un
camino recto, tan derecho que parecía elevarse en su terminación a nuestra
vista, y por un costado nos quedábamos anonadados viendo jugar al fútbol y al
béisbol, simultáneamente a tremendos “trabucos” conformados por la muchachada lugareña
que los practicaba en el pintoresco y lindo estadio de gigantescas gradas al
que bautizó don Pepe -mi señor padre- como “Revolución”, cuando fungió como
presidente municipal en el año de 1945 (del que parece que nadie quiere
acordarse o que se lo quieren adjudicar a otro, pero él fue el visionario). Al
bajar por el lado del cerro en “la bajada de con El Mocho Valdovinos”, donde
tenia su fábrica de chavindas, al llegar al camino del que hablaba,
constatábamos que realmente era de “vil terracería”… aquel que nos parecía tan
liso y tan llano como la parte inferior de una plancha… de las que se usan para
alisar la ropa…
Por
ahí estaba la bella Quinta de los hermanos Grimm-Curiel, y se veían verdear los
mangos de La Alameda,
que un día nos legara don Alfredo para que en ella se escenificara como
anualmente se viene haciendo: La
Feria de la
Primavera de Santiago Ixcuintla, Nayarit, con carácter de “Nacional”.
Pero
el platillo fuerte desde esta atalaya natural de mi pueblo, era contemplar el
hermoso templo del Señor de la
Ascensión, remodelado en tiempos de Don Demetrio Siordia Cázarez,
(del que habla en reciente entrevista publicada por “La Vanguardia” hecha por
el periodista José Ma. “El Timboncito” Castañeda, al “otro” cronista deportivo
de Santiago, mi amigo y compañero de escuela primaria don Raymundo “El Cabezón”
Betancourt, al relatarnos una parte de su historia cuando fungió como chofer de
la camioneta –aclarando- de don Demetrio)… El mejor señor cura que hayamos
conocido, por su jovialidad y sus grandes dotes futuristas, su enorme visión de
un panorama a muchos años de distancia que le brindaron las ruinas que se
trajeron en camiones desde Rosamorada don Fidel Rivera y de don Yito Lomelí
para edificar El Arco y la Cruz Atrial,
en aquellos años en que contemplamos a la antigua iglesia sencilla de 1945
sufrir una transformación inigualable
con sus relucientes mosaicos en sus torres y de su cúpula, el dibujo
arquitectónico modernista del atrio que estaba rodeado de reja y también vimos
por primera vez en su nicho frontal, del templo, el flamante reloj “donado por
don Librado Marrujo”, aquel humilde herrero que se convirtió por obra y gracia
de la Lotería
en millonario, cuando cayó el billete que rifó Felipe “El Pelón” Muñoz,
-peluquero- y le rogó tanto que terminó fiándole el boleto para la sábana que
salió favorecida por “doña Fortunata”…
El
señero edificio de la Presidencia Municipal,
con su enorme plaza al frente, sus frondosos árboles y su elegante y señorial
quiosco con las bellas farolas que alumbraban las noches carnavaleras en que -si
mal no recuerdo- en una de ellas coronaron como reina a la hermosa señorita
Cecilia Árcega, posteriormente de Grimm, y los chamacos hacíamos ronda por
entre la gente quebrando cascarones y rociando de serpentinas y confetti –que
recogíamos del suelo- a todo el mundo…
Este
es el Santiago Bonito… El Lugar Donde Nací… que canta el corrido que menciono
al principio de estas pequeñas remembranzas de un santiagoixcuintleño que
también echara su cuarto a espadas y bautizara como… Control… Señores… Control…:
“Pueblo de Banquetas Viejas… Calientes
y polvorientas…”