Allá en los tiempos de
“mamá canica” cuando llegaba el nuevo presidente a ocupar el puesto, tenía que
echar mano de su ingenio para lograr la entrada de billetes a las arcas –que
habían quedado vacías por el edil saliente que las volteaba totalmente- así que
era necesario implementar un programa especial para generar el famoso “fondo
revolvente” que viniera a nutrir las talegas de los nuevos funcionarios en el
poder.
Para esto se comisionaba a uno de lo componentes del equipo
entrante (por regla general al más astuto) y de inmediato se giraba un oficio
de comisión para que tuviera “manga ancha” en el desarrollo de su cometido. De
esta manera el susodicho integraba unas cuadrillas de empedradores que sacaba
de la lista de aspirantes a cuicos y, aunque no supieran un ápice del acomodo
de piedras en las calles, inmediatamente pasaban a formar parte del gobierno
municipal en calidad de “por mientras”.
El trabajo era encontrar a los verdaderos trabajadores que
se ganaban la vida empedrando calles, pero era una tarea difícil porque no
tenían plaza de obreros en el ayuntamiento, solamente eran contratados
eventualmente, así que era trabajoso encontrarlos o andaban haciendo labor de
albañiles y no estaban disponibles para realizar la obra requerida porque
andaban briagos.
Por ello se relegaba la comisión en un abusadillo cofrade
que se las sabía de todas, muchas… Y este sujeto rápidamente se concretaba a
pagarles por adelantado a los cuatro o cinco maestros una quincena, mientras se
reunían los fondos que constituirían las primeras remesas de billetes contantes
y sonantes en el ayuntamiento. Mismas que eran recabadas por los fiscales, que
se encargaban de reunir los dineros que pagaban los propietarios de cantinas y
burdeles que funcionaban por medio de disimulos y no se había ideado una manera
práctica para meterlos a las arcas “raspando muebles” o sea dejando una buena
suma para repartirla entre “la tropa”…
Las mordidas eran superiores a lo que se habían imaginado
los nuevos funcionarios, y dejaban tan buenos billetes que el alcalde, de
inmediato empezaba a construir su casa por medio de “la justicia de la
revolución” y le alcanzaba para darles una corta a sus subalternos.
Por eso más tardaban en empedrar los supuestos empedradores,
que en quedar las calles –a los tres meses- en el mismo estado que al
principio. Además, las cuadrillas eran integradas por seis efectivos y seis
“fantasmas”… Tal y como se usó y se sigue usando en el asunto de los votos…
En aquel tiempo era muy buen negocio cobrar mordidas a los
“giros negros” y no se dejaba ninguna huella de las tranzas que se hacían por
los disimulos –por ejemplo- en las chamacas menores de edad que ejercían el
trabajo de meseras y prostitutas, la ampliación de los horarios, los hechos de
sangre cometidos dentro del negocio que hasta con la misma ayuda de los
genízaros se lograba hacer aparecer que habían sucedido a diez o más metros de
distancia –según el parte- sin faltar la
inclusión de “suripantos” en el “róster” normal, y todos contentos.
Control… Señores… Control… Cualquier semejanza con algún
suceso actual, tengan ustedes conciencia de que no es más que pura
coincidencia… En la actualidad se sigue haciendo lo mismo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario