Por: José Ma. Narváez Ramírez.
(Agradeciendo el favor del director de este periódico, lo
trascribo para que una colega nayarita afiance mejor sus conceptos del
verdadero periodismo, y no le presuman los estúpidos. J. M. N. R.).
Gracias te doy, Señor, por permitirme ser Periodista en el
humedal. Por hacerme caminar por abrojos, dejando
de lado la intolerancia, tomado de la mano
de la integridad. Responsabilidad
en la expresión y libertad para la verdad, me diste.
En alianza conmigo impediste
que me ganara la soberbia - ese monstruo de
varias cabezas que engendra la vanidad - pero también me libraste de la
desolación viendo cómo al mundo lo ganaba la miseria. Fuiste tú
Señor, en persona, el que me libró de la mano del corruptor, quien me hizo denunciar sin miedo, aunque a expensas de mi vida, al corrompido.
Jamás me
presté a la tiranía, ni defendí a los
gobernantes que se llevaban los dineros del
erario nacional a sus bolsillos miserables.
Estuve en la
protesta legítima y escuché gemir las
balas de la insurrección, mientras los humildes reclamaban un mejor destino para sus sueños asaz inacabables.
Me hiciste periodista y entonces hombre, y enseñaste, que siete veces cae el justo, y si lo es, otras siete se vuelve a levantar, y me separaste del oprobio, del trato indigno de los políticos desleales, de los dirigentes sindicales procaces y los intelectuales sin alma y sin camino y con tu propia
sangre - esa que flameó victoriosa en la Cruz del Calvario para
salvarnos de la muerte – me hiciste caminar los senderos más insólitos para decir lo mío y consolar a los humildes.
Soy
periodista y entonces guerrero de mil batallas ganadas y perdidas y guerreando, incluso contra mis propios fantasmas, mis traumas y mis propias falencias, quizás ingobernables, aprendí
que la vida no sirve a la victoria, sino la
afianza la dignidad.
Y pusiste
fuego en mis entrañas para pulsar también con hidalguía la guitarra del
silencio -quizás imprescindible cuando el drama clama y el dolor nos abre heridas insondables e hiciste entender que el periodista que no estudia, lo
mata la sombra del prejuicio; que hay que salir del montón, con humildad y sin
jactancias, con la frente en alto y el intelecto dispuesto a defender la razón, caiga
quien caiga.
Porque periodista falso, es daga traicionera y periodista
servil granada de ese infierno que mecen los traidores en su oprobiosa
entraña de perdidos.
Gracias por
eso Señor: porque nunca me levantaste del lecho para cambiar mi hambre por nada que no sea mi trabajo honrado.
Porque soy
periodista Señor y no retacero de la ignominia ni correveidile de los que
tienen poder y andan patrocinando el
racismo, la desigualdad social y la
exclusión más vergonzosa.
Nadie podrá decir entonces, que no batallé a favor de los
pobres de mi Pueblo, que no puse el hombro a la hora de defender los sagrados intereses de mi Patria; que no luché por la
paz y la justicia, por la verdad y la libertad, mientras los odios fratricidas y la inconsciencia de los
depredadores diezmaban el Planeta y nos
llenaba de indignidad, la desesperanza.
Por eso vengo a ti Señor, para agradecerte por haberme
dado el honor de ser Periodista en el abismo, Periodista de temple aquí en el humedal; y rogarte que más allá de la muerte, cuando entregue mi insatisfecha alma al infinito y
mi espíritu indómito regrese a tus estancias para evitar el infierno, y no encontrarme allí con mis enemigos más adefesieros, escuálidos,
perplejos, con la mirada perdida en lontananza me permitas un favor: seguir
siendo Periodista en los medios de comunicación incomparables de la
Gloria ”.
(*)
Periodista afiliado a la
Federación de Periodistas del Perú (FPP), y Colegio de
Periodistas del Perú (CPP), laureado poeta, autor de treinta libros publicados,
Premio Mundial de Literatura “Andrés Bello” 2009 de Venezuela.
Control… Señores… Control… Tómenlo como un ejemplo –si
pueden-. Gracias J. L. G. –“Golazo”-.
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