Líneas
Por: José Ma. Narváez Ramírez
Podrían tratarse de unos de esos
días de crudas trepidatorias, de las que dejan los chúpes tequileros combinados
con botes de cerveza a discreción y otros vinos más sofisticados, pero igual de
emborrachadores… pero no, no se trata de nada ligado con las resacas que dejan
los excesos etílicos, sino de estos días previos al fin de año que nos permiten
reflexionar a fondo sobre los sucesos que nos impactaron y dejaron ésa
sensación de incredulidad que difícilmente pensamos que los vivimos.
Por
ejemplo, el caso de los estudiantes normalistas desaparecidos en Ayotzinapa,
que destapó las inmundas cloacas del alto gobierno dejando al descubierto la
inmundicia en que se desenvuelven Salinas, Peña Nieto y demás empleados que los
rodean.
El
desencanto ocasionado por la jalada de cobija que recibió la primera dama
“Gaviota” al hacer pública la información de su casa-blanca de más de 7
millones de dólares y el torbellino desquiciante que trajo consigo al pretender
tapar estúpidamente el inmenso agujero que puso al descubierto un enjambre de
corrupción e importamadrísmo.
Y
así sucesivamente se vinieron en una bola de nieve las patrañas inventadas
sobre la pareja de gobernantes de Guerrero y las trapacerías cometidas que los
llevaron a su encarcelamiento… Qué cosas hemos de ver entre los telones del
encubrimiento y de las tapaderas que se van acomodando una tras otra en los
escenarios cruentos en los que se desenvuelven los mediocres actores de segunda
que deambulan en la farsa del des-gobierno y se sienten reyes del universo, no
siendo más que saltimbanquis de feria barata.
Lo
deleznable es que no podemos hacer nada por sacudirnos de encima este enjambre
de parásitos chupópteros que ejercen una sinecura mal desarrollada mientras
saquean las arcas oficiales cada día más secas.
Y
estamos indefensos porque no contamos con alguien que nos apoye para protestar
en serio, con mucha razón, por lo que está pasando y nos va dejando cada día
inermes ante los ataques aleves de las huestes de un poder que existe porque
así lo fuimos permitiendo, y ahora lo tenemos que soportar hasta que nos
exterminen.
Por
eso digo: días de melancolía (bilis negra), que nos sume en un estado de
tristeza suave, como la que produce una casa vacía en donde pasamos los mejores
años… Porque no debe encolerizarnos, pues lograría aniquilarnos…
Control…
Señores… Control… es lo único que podemos utilizar como reconfortante mientras
llegan los primeros meses del año… que no días… porque este barco se está yendo
a pique y no hay contrapeso que consiga nivelarlo… entre un mar proceloso lleno
de melancolía…
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