martes, 27 de mayo de 2014

Las talegas de don Javier…

Líneas

Por: José Ma. Narváez Ramírez.

Pocos aficionados a las rolas de conjunto norteño se saben el corrido de “Las talegas de mi abuelo”, que es el preferido de un santiagoixcuintlense muy popular entre la tropa, quien lleva por nombre Javier González Espericueta –el orgullo de Pozo de Ibarra, Nayarit, aunque dejó enterrado en el panteón de La Presa (la tierra de las y los presidentes municipales) el pedazo del cordón umbilical…
         Y esa palabra “talega” por muchos considerada alburera, se utiliza normalmente para definir el saco que cuelga. Por ejemplo el morral, que es una bolsa ancha y corta, de lienzo basto u otra tela, que sirve para llevar dentro varias cosas de una parte a otra o guardarlas por un tiempo.
         Pero don Javier tiene su especial manera de interpretar las definiciones y le escuchamos –en una de sus doctas disertaciones de convivio etílico ambarinero- entre el paladeo y gorgoreo de las ambarinas bien heladas y el meneo cubiletero de la “legalita y contando”: Talega era una especie de bolsa en que las mujeres metía el pelo para que no se enredase, y se hacía de tafetán, lienzo o de otra clase de tela. Por eso es propio decir sin malicia: “las talegas de mi abuela”.
         “Por otro lado –prosiguió don Javier- igualmente se le llamaba talegas a los cucuruchos de trapo que se le colocaban a los niños en la parte posterior para su limpieza. En la iglesia “soltar la talega” es decirle al cura los pecados que tiene uno que confesar, y también se le puede llamar así a la botana que sirven en los abrevaderos cantineros, por considerarse talega a la ración que se da por alimento en una comida. Y para que sepan los que me quieran oír, -decía González Espericueta en su tono de barítono engripado- talega era la cantidad de mil pesos duros en plata y “talegazo” es el golpe dado con un talego o una talega. Ya decía don Juan Ruiz de Alarcón, “la mujer flaca y fea, con muchos huesos, es un saco de bolos en un talego”.
         El orgullo de Pozo de Ibarra, hizo una breve pausa para ingerir el resto de una media Pacífico, y continuó su plática: “Por ahí alguien dijo, si el ama de llaves está encargada de la compra, coge el talego o manda coger el cesto al criado, a quien procura tener contento, porque no hay cosa mejor que la buena armonía entre los compañeros”
         Luego, carcajeándose a mandíbula batiente, expresó: “Talegones, no son lo que ustedes piensan sino que así se llama o se llamaba un río de España, muy tortuoso, por cierto… y la taleguilla de sal, es la más difícil de llenar, porque así se denomina al dinero que se consume en el gasto diario o “chivo”. También es un término taurino”.
         “Muchos dicen –continuó don Javier- y con esto voy a cerrar el tema taleguero, que ser “talegón” es “tocar el piano al revés, flojo o guevón (de huevo grande) pero no es más que la palabra para definir un sacón o saco mayor, como el que se usa para acarrear las boletas balinas de los votantes que se hacen previo al cómputo en tiempo de elecciones… Así que por favor, no mal interpreten la letra del corrido “Las Talegas de mi Abuelo” porque Control... Señores… Control… dice: “siempre estaban repletas de de dinero”… ¡Salud, compañeros!”

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