Por: Emeria Navarro Narváez
En septiembre de 1976, perdí a mi inolvidable abuela
“mamá cuca” la mujer incansable, que prodigó cariño a mí y a mis hermanos,
cuyos frijoles azufrados refritos con bolitas de masa que sabían a tamalitos,
fueron para nosotros una delicia, cuando ella cocinaba su exquisito pepián, el
olor que emanaba lo percibía yo desde que daba vuelta de la calle Morelos a la Degollado en Santiago
Ixcuintla. Lo mismo usaba su mano derecha que la izquierda y lavaba dejando la
ropa albeando de tan limpia, eso que no existían los detergentes, si acaso les
removía la mugre usando veinte centavos de lejía que yo adquiría en la fábrica
de jabón de la familia Jara Carral. En muchas ocasiones la acompañé a lavar en
el entonces cristalino río Santiago y le ayudaba a cargar la artesa o el
tambache de ropa cuando íbamos a los arroyos de las lomas de Ixcuintla; antes
de regresar al hogar, después de estar parcialmente sumergidas en la corriente,
nos bañábamos en las frescas y límpidas aguas y como buenas nayaritas comíamos
nanchis y agualamas a reventar, cortadas estas frutillas con nuestras propias
manos.
En el mes
de noviembre de 1976 asistimos a la reunión anual de Salud Pública que se realizó
en Cancún Quintana Roo. El grupo de
Nayarit estuvo integrado por los médicos Antonio González Guevara, David Trejo
González y Ramón Pimienta, además de las enfermeras Margarita González Parra,
Carmen Ventura Reitmens, Andrea Cuevas, Ofelia Ramos y yo, desde luego mi
esposo Jorge Pérez Vargas. Llegamos al entonces recién construido Hotel
Presidente; Cancún aun no contaba con la infraestructura ni los servicios de la
actualidad, casi todo era virgen y se empezaba a poblar. Había pocas carreteras
y el tráfico era escaso. Nos dábamos el lujo de comer grandes y sabrosas
langostas ¡a menos de cincuenta pesos el platillo! Sin embargo la seño Mago
prefirió comer enchiladas por no ser de su gusto los mariscos.
A la mitad de
nuestra estancia en este lugar intempestivamente subió el dólar, menos mal que
ya teníamos pagado todo el hospedaje y yo había dado el anticipo de algunos
aparatos domésticos importados que compré en la zona libre, por lo que me
respetaron los precios anteriores. Creo que en esta ocasión fue cuando a Andrea
Cuevas no le entregaron su maleta al llegar al aeropuerto porque en la ciudad
de México la depositaron en otro avión con destino a Europa, por esa razón se
extravió “el muviri”- pieza sagrada que usan los huicholes en sus ceremonias y
que el gobierno de Nayarit enviaba como obsequio a la Sociedad Mexicana
de Salud Pública, y Andrea tuvo que usar túnicas de las que venden en las
playas, casi toda la semana.
Desde luego
me impresionaron las bellezas del Mar Caribe especialmente las variadas
tonalidades de sus aguas, me maravilló la fauna marina en los arrecifes y hasta
pude contemplar algunos barcos hundidos a través de las translúcidas aguas, cuando
volamos para llegar a la
Isla Cozumel.
Debo
aclarar que mi hermano el ingeniero agrónomo Arnulfo Navarro Narváez, después
de trabajar en la sierra de Nayarit se fue a laborar en la Secretaría de
Agricultura y Ganadería en Chetumal Quintana Roo, y naturalmente fuimos objeto
de sus atenciones, él nos facilitó su camioneta cargada de gasolina para que mi
esposo y yo pudiéramos conocer más lugares.
Aprovechamos para en una tarde
noche conocer Uxmal en donde apreciamos un espectáculo de luz y sonido
sumamente increíble y otras partes de Yucatán hasta llegar a Mérida, en donde
asistimos a una función de teatro en donde conocimos a los hermanos Flota, y a
la gran cantante “la versátil” Esmeralda. Salíamos del teatro cuando nos
sorprendió los gritos de un señor que corría desesperado detrás de un vehículo
exclamando repetidamente ¡Puta mare, se llevan mi volchito!... Antes de regresar a Cancún saboreamos
suculenta cena a base de salbutes y panuchos.
Por supuesto
que en años subsiguientes hemos visitado mi familia y yo a Quintana Roo
aprovechando que mi hermano nos atiende de maravilla lo que nos ha permitido
gozar de suntuosos hoteles en la rivera maya, conocer Bacalar, El Majahual, Isla Mujeres… Pude
nadar en Xelha, maravilloso conjunto de caletas, lagunas, cenotes y cuevas de
aguas traslúcidas en donde pudimos apreciar variadas especies de peces de
colores maravillosos.
Mi hija
Lupita, mi sobrino Arnulfo y yo pasamos un día completo en Xcaret, nos
sumergimos en las suaves corrientes de algunos de los ríos que provienen de las
entrañas de la tierra y desembocan en este lugar, nos sorprendió el arrecife de
coral… ¡El acuario natural más grande y bello de la tierra!... Conocimos gran
variedad de plantas, peces y otros
animales que viven en libertad en este ecosistema protegido. Por la noche
admiramos un gran espectáculo de color, música y bailables de nuestro país.
Mi esposo y
yo nos quedamos boquiabiertos ante la imponente Tulum, la primera ciudad maya
que los conquistadores españoles contemplaron en el siglo XVI y la única estructura amurallada
construida a la orilla del mar con espléndidas
vistas a las aguas color turquesa y azul zafiro del mar caribe. Mi esposo tuvo
la osadía de caminar en circunvalación en el estrecho borde de la antigua
construcción, ante mi gran temor de que se resbalara y cayera al profundo mar,
nos introdujimos al observatorio que aún se conserva en buen estado y nos
sorprendió profundamente esta manifestación del gran conocimiento de los mayas
en Astronomía y Arquitectura. Mi hermano Arnulfo, siempre añorando a su querido
Nayarit me habla por teléfono cada 8 días y cuando estamos en Chetumal nos
brinda el calor de su hogar, con las atenciones de su esposa Margarita y mis
sobrinos Abril, Xomara, Arnulfo y José Miguel. Mi hermano es excelente
anfitrión, pescador, cazador y cocinero.
Me gusta que nos lleve a conocer
lugares todavía casi vírgenes de esta bella península.
(Continuará)