Líneas
Por:
José Ma. Narváez Ramírez.
*El “Benjamín” de los operadores de autobuses
El hijo de uno de los más
populares operadores de autobuses de Santiago Ixcuintla, don Vicente “El Chamuko”
Vázquez Barba, integrante de una familia de pioneros conductores de los carros “tropicales” –como
eran conocidos aquellos camiones destapados que sostenían sobre unos tubos en
forma de tenedores los techos, para proporcionar mejor ventilación a la
clientela de aquellos años en que iniciaron el transporte por vía terrestre por
las brechas o caminos que se convertían en lodazales y que transformaban el
viaje en toda una aventura, que en aquellos tiempos en que empezaba era una
novedad-.
Don Arturo nos platica que empezó a conducir el camión a la
edad de once años, cuando integraron la Cooperativa de Transportes del Pacífico los
señores: Fidel Rivera, Ángel Vázquez Sarabia, Jesús Torres Ruiz, Aurelio Ramón
Montañez, José María Montaño, Norberto Martínez, José Ascensión Aguirre Torres,
Marcos Villalbazo, Vicente Vázquez Barba, Luis Lomelí, Nicolás Morales, Adrián
Sánchez, Francisco “El Campesino” Romero Astorga, Juan Modad Romero, Gregorio
Hernández Tolosa, Custodio Palacios, Justo Villela Astorga, José León Bass,
Fernando García y Tranquilino “El Ratón” Tenorio, que fueron los socios
fundadores de aquella cooperativa.
Y nos dice que empezó “a manejar aquellos camiones en forma
accidental porque una persona no supo poner los platinos a un condensador, y de
estar mirando que no podía yo me metí y ya no lo dejé agarrar el carro, y yo me
fui a hacer el servicio –como quien dice me lo robé- y así realicé mi primer
viaje a San Blas, sin saber cómo bajarlos, cuando regresé a Santiago supe que
don Chón Aguirre había ido a Tepic a una comisión y al regreso le preguntaron
que quién había conducido la unidad, pero al buscarme ¿dónde me hallaban? Y de
ahí fue mi inicio de andar en los autobuses, yo me calaba un sombrero y así
entraba a Guadalajara, no había uniformes ni nada, íbamos en camiseta. En
Santiago los servicios que teníamos con salida desde Tuxpan, empezamos a usar
el pantalón azul, de primera, y de segunda el pantalón caqui.
Yo me daba mis “volantines” para los ranchos de cobrador o
“de chango” en los tropicales, con un operador que se llamaba Raúl Pérez. También
sufrí en carne propia el tremendo problema del “cranc”, la varilla de acero que
era utilizada para echar a andar el motor del camión; me quebró la mano derecha
cuando yo le daba vuelta y al mismo tiempo alguien le picó a la marcha y me
agarró las manos y me las dejó abiertas hasta que las acomodaron.
En esto de la “chofereada” fue una ocupación de familia,
todos los hermanos de mi padre eran conductores de autobús. Yo seguí adelante
hasta que llegué a las “ligas mayores” de acá del Pacífico en el autobús de mi
señor padre. Conduje el camión desde 1962 al 2005, -44 años tras el volante- y
cinco que me aventé en Santiago, suman 49 años de mi vida que los dediqué a
operador. Teníamos un “chicotito” de agente de Tránsito, que era Fernando
Vázquez, “El Ratón” que era el que nos traía a raya, era muy especial y
desbozalado, prepotente, le gustaba el dinero para seguir sus borracheras. Yo
trabajé sin licencia y adonde quiera iba, la saqué cuando vine a Santiago. En
la corrida a Los Mochis así anduve trabajando. Ahí fue donde tuve un accidente
muy fuerte cuado se me quebró la dirección del autobús y eché maromas,
afortunadamente no hubo muertos. En esa ocasión fuimos cinco los que le pegamos
a la chamba y logramos dejar el carro como si no le hubiera pasado nada. Aquí
está mi compadre Aguirre que fue el que me ayudó a sacar esa tarea.
Volví a trabajar nuevamente, vine a caer aquí a Tepic y fue
cuando tuve la oportunidad de sacar la licencia de conductor de servicio, que
era la de primera, después vino la médica, y luego salió la federal.
Hacíamos el servicio de Santiago a El Pozole –ahora Villa
Juárez- a la Boca
del Camichín, a Ruiz, Tuxpan, San Blas, Mazatlán, después ya más lejos íbamos a
Los Mochis, luego ingresamos a los viajes de Guadalajara a Santiago, y en los
años del 61-62 íbamos a Mexicali a traer los braceros a Guadalajara.
Actualmente vivo en Zaragoza 115 Poniente, de Santiago Ixc.,
y emparenté con el famoso “Budy” Aréchiga,
que era tío de mi esposa, me tocó acompañarlo en su última hora, como
quien dice falleció en mis brazos. Muchas personas iban a la casa a platicar
con él sobre recuerdos, porque era memorista. A sus 89 años todo recordaba y
conocía a mucha gente de Santiago.
El haber sido conductor de ómnibus, me dio la oportunidad de
conocer muchas ciudades, y de hacer muchos amigos –unos viven y otros ya se nos
adelantaron en el viaje- y aquí en este grupo de viejos conductores de
camiones, de los cuales soy el mas joven –pudiera decirse- formamos una
agrupación de chóferes jubilados que nos damos cita en el Café Cafetto de
Tepic, y ya tenemos varios años, y me siento muy orgulloso de contarlos entre
mis amigos extrañables, compañeros de muchas aventuras, a los que desde que yo
cuando estaba chiquillo los conocí, desde antes de que me enseñara a manejar y
ahora yo los quiero mucho y las cosas vividas nadie me las va a quitar. Y me
voy a ir y me los voy a llevar aquí dentro de mi corazón.
De mi padre me acuerdo en forma muy especial. No fumaba,
pero sí tomaba y era muy amiguero, le
gustaba la música, se juntaba con todos sus amigos allá en la casa… Eran
muchos, a uno le decían “El Tamalero” que vendía mariscos, otro fue Máximo
Venegas “El Patriarca”, Juan “Lanas” Lozano, el “Xaxai” –mecánico- y muchos
más. El fue una persona que conmigo se portó como un verdadero padre, muy
bueno, éramos amigos y me daba consejos, hasta que empecé a trabajar, le quité
la obligación. A mi me dijeron que él había abierto la brecha hacia Yago, desde
el crucero de El Capomal hasta la estación. Porque las cosechas las sacaban de
los ranchos por tren hasta Ruiz y gracias a mi padre se abrió camino para los
vehículos de motor.
Me quedé a radicar en Santiago porque ahí estaba mi familia,
nunca se quisieron ir a vivir a Tepic, ya que crecieron mis cuatro hijos y dos
viven allá y dos acá. Mi esposa es maestra jubilada, y ahora yo me dedico a
cuidar a la señora Fidela Aréchiga Guzmán, tiene 101 años de edad, y el 22 de
abril cumple 102 años. No está enferma de nada, nomás tiene quebrada la cadera,
pero de enferma ni de tos, ni gripa ni calentura, come bien.
Solamente me resta agregar que Dios nos conceda más tiempo
para ver crecer las segundas y tercera generación, ya tengo gracias Dios mis
tres generaciones, tengo siete nietos, catorce biznietos y un tataranieto… y
tengo 67 años…”.
Control… Señores… Control… Nos despedimos de don Arturo
felicitándolo por tan feliz acontecimiento, y deseándole larga vida y salud
para que vea hecho realidad su “sueño de las tres generaciones”…