Por: Emeria Navarro Narváez
VI-V
Interrumpo la narración de mis vivencias, porque no
tengo otra cosa en la cabeza más que la imagen palpable de mi cuñada, Domitila
Sánchez Madariaga o de Navarro como se usaba antes. Hace escaso un año mencionaba yo, que no hay llanto más
desgarrador, que el que vierte una madre ante la pérdida para siempre de su
hijo. El jueves santo del 2012 sufrimos el fallecimiento de mi sobrino, el
ingeniero Ernesto Navarro Sánchez, dejando en nosotros una estela de tristeza
inenarrable y un cruel dolor en una madre que sucumbió prontamente.
El jueves
4 de Julio del presente 2013,
a las siete de la mañana, en el día y hora en que
Domi se casó con mi hermano hace 50
años, entregó ella su alma al creador hiriendo sin misericordia a sus seres
queridos: Ernesto Navarro Narváez su esposo; a sus hijos, José Teodoro, Martha
Emeria Isabel Gabriela, Mayra Francisca
y a sus hijos políticos, Soraya, Luis, Armando y Jesús; sus nietos y bisnietos.
El vestido que ella iba a estrenar en sus bodas de Oro, le sirvió de mortaja,
el mariachi que iba a amenizar tan singular evento, sirvió de fondo durante su
sepelio.
Descansa
en paz, querida hermana, toda una mujer inteligente y laboriosa, seguirás siendo
un sol para nuestra familia, pese a que ya no saborearemos tus exquisitos
guisos, tu recuerdo imborrable seguirá siendo nuestra guía.
En
Octubre de 1962, ingresé a la Escuela Preparatoria # 1 del Instituto de
Ciencias y Letras de Nayarit, para animar a mi hermano Arnulfo a que continuara
estudiando, por la razón de que él ya había decidido interrumpir sus estudios.
Además yo tenía el gusanito de algún día yo hacer estudios superiores en Salud
Mental y eso era imposible si yo no hacía alguna licenciatura. La escuela
recién se había ubicado en la hermosa Casa Fenelón, donada por el Lic. Adolfo
López Mateos, Presidente de la
República , gracias a la solicitud que le hicieron los alumnos
de la Preparatoria
Héctor Rodríguez Loaiza, Fernando Macías Aragón y Leonardo
Torres Haro, orientados por el Profesor Luis Batista Ortega. Los alumnos de la
preparatoria fuimos testigos en 1963 de la venta de la Casa Fenelón al
Gobierno del Estado, para instalar en él, el Instituto de Ciencias y Letras de
Nayarit. Desde 1969 pertenece a la Universidad de Nayarit. En 1975 albergó a la Escuela de Medicina
Humana.
Un buen
número de los egresados de la preparatoria, generación 1962-1964, aun en el
presente, nos reunimos el último jueves de cada mes ante la convocatoria de Ana
Rosa Valderrama Guzmán y Raúl Estrada Reyes. Inolvidable fue la celebración del
30 aniversario de que egresamos en 1994, hubo una misa oficiada por el párroco
Manuel Olimón Nolasco –condiscípulo en la preparatoria – y una cena baile con
una orquesta que interpretaba la música de los años sesenta como “despeinada”,
“popotitos” y “perro lanudo”, solamente que los muchachos de aquella época,
para esos momentos, ya habían perdido su copete a la Tony Curtis y lucían
sendas barriguitas, las chicas del ayer ya teníamos muchos kilos de no vernos y
nos movíamos con menos agilidad. Por eso en las últimas celebraciones
contratamos un trío.
Al través
de éstas décadas que han transcurrido aceleradamente, celebramos reuniones
ordinarias mensuales y extraordinarias en fechas especiales a las que acuden
condiscípulos que residen en otros estados de la República. Naturalmente ,
cada vez somos menos, pero siempre nos abrazamos con la alegría de vernos y se
nos pasa el tiempo recordando situaciones casi siempre chuscas, en estas
reuniones nos desprendemos de los títulos de abogados, ingenieros, profesores,
de enfermeras, médicos, y otros para hablarnos con nuestros nombres de pila y
recordando apodos de los presentes y ausentes como: Raúl Estrada Reyes “El
conejo”, Jesús Galindo “El chayote”, Adalberto Navarrete Zavala “Ricitos de
oro”, Adolfo Méndez “Fito”, Javier Godínez Jacobo “El pomo”, Ignacio Oropeza
Cruz “Chevecha”, Rogelio Medina Souza “El picudas”, Marco Antonio Sánchez
Moraila “El guacho”, Patricio Carrillo “Ticho” Raúl Ruvalcaba “El gato”, y
otros cuyos apodos no los tengo presentes, pero casi todos puestos con mucho
ingenio, por ejemplo, yo les preguntaba por qué a x le decían “La cárcel”,
sonriendo los muchachos me contestaban en coro: “¿ Luego no le ves los
barrotes?. En Rafael García Valle era
evidente que por sus espinillas le apodaran “De cachetito no”. No estoy segura
en cual curso que llevé había una chica con una pierna paralizada, el caso es
que le decían “La inmortal” por aquello de que nunca iba a estirar la pata… A
un compañero de la prepa le decíamos “Fósil” porque llevaba tres años
especializándose en primero. A Leonardo Torres Haro secretario general de los
estudiantes le apodaban “Amado Nervo”, por su fisonomía o “Zorba el griego”. A
Roberto Pérez Jacobo le decían “El jetón”, a Héctor Javier Cayeros “El jet”, a
Fernando Macías Aragón alias “El chivo”y a Juan Magallanes Rosas “Solomillo”
porque siempre llegaba cantando ¡Oh sole mío! A Beatríz Maciel le decían “La
tichi”, María Luisa González Varela “titina”, Javier Gómez Arias “La coneja “,
Javier Riestra “El chito” Dolores Armanda Cervera “La chula”, Rosendo Rivera
Montes “Chendo”, Ricardo Vázquez Rentería “Richard”y Sergio Francisco Bobadilla
Aguiar “El zarco”.
Estando
en plena tardeada, mientras se oían las notas del “Florida Twist, interpretado
por el conjunto de la prepa que se autonombraba “Cora Twister” yo le pregunté a
“De cachetito no” por qué razón admitían
a “equis” compañero que tocaba muy emocionado la batería, pero no marcaba bien
el ritmo, mortificado Rafael me contestó: Cállate amiga, ¿Qué no sabes que es
el dueño de casi todos los instrumentos?
Poco me
relacioné con los maestros de la preparatoria, porque no tenía yo tiempo de
platicar con nadie, a quien más recuerdo es al profesor y Lic. Rogelio López
Ordaz, familiar cercano de Amado Nervo. Él nos impartió Etimologías griegas y
latinas. Muy buen maestro, experto en Filología. A él los muchachos le apodaban
“El faisán” o el “Ford 200”-por su suave muelleo- según un anuncio en la radio al referirse al
automóvil del año de esa marca.
A Raúl Rea Carvajal, profesor de Sociología, los
muchachos le decían “La llanta” por el aspecto de su boca: gruesa, redonda y
negra. AL Lic. Rubén Hernández de la
Torre , al parecer no le pusimos ningún sobrenombre. Al Ing.
Benjamín Cortina, los chicos le decían “El cerote” por aquello de los ceros que ponía a los incumplidos. El
profesor Luis Batista Ortega tenía el apodo de “El literato” nos hizo leer
obras como “El viejo y el mar” “Platero y yo”, declamaba de Gustavo Adolfo
Bécker “Volverán las oscuras golondrinas, en tu balcón sus nidos a colgar, y
otra vez con el ala a sus cristales, jugando llamarán. Pero aquellas que el
vuelo refrenaban, tu hermosura y mi dicha contemplar, aquellas que aprendieron
nuestros nombres, ésas… ¡No volverán!” Al Dr. Joaquín Cánovas
Pouchades tampoco le pusimos apodo, lo que tengo fijo en mi mente es que él
impartía unas interesantes clases de Historia de México con su voz marcial, y
dividía al grupo en dos bandos: liberales y conservadores. El maestro Casillas
nos daba clases de matemáticas, era muy exigente, diariamente nos dejaba tarea,
nos pasaba casi a todos al pizarrón para calificarnos. No permitía que durante su clase los muchachos cubrieran
su cabeza con cachuchas u otro objeto, en fin nos traía marcando el paso. Yo me
reunía la mayor parte de las veces, con Martha Medina Lomelí, María Eugenia
Magallanes Negrete y con Teresa Margarita Aldrete Mora, estudiosas y guapas
muchachas, que por cierto, los condiscípulos les pedían que se sentaran en el
frente para que cuando cruzaran las piernas, se distrajera el profesor de
matemáticas. En una de esas tardes, María Eugenia, Martha y yo, hicimos la
pinta, para ir a ver una película prohibida para menores titulada “Magdalena”
el caso es que en el intermedio, al encenderse las luces, lo primero que vimos
detrás de nosotras, fue al profesor Casillas. El para asustarnos más exclamó:
¿Con que haciendo la pinta eh? Nos quedamos mudas… pero yo reaccioné y le dije:
¡Ajá, y Ud. También!