Tepic,
Nayarit a 15 de Marzo de 2014.
Por: Lorena
Meza Reyes.
Uno de los
factores para avanzar en el desarrollo humano y en el cumplimiento de los
derechos humanos reconocido a nivel mundial es lograr que hombres y mujeres
tengan las mismas oportunidades de participación en los ámbitos público y privado.
El
desarrollo humano implica el despliegue de libertades de hombres y mujeres para elegir opciones y formas de vidas dignas
que unos y otras valoran.
Esta libertad para elegir significa la expansión de
las capacidades cardinales en la vida de la persona: gozar de una vida
saludable y longeva, contar con educación, conocimientos e información, y poder
tener acceso a recursos materiales que permitan en conjunto, arribar al tipo de
vida que se aspira como persona y como sociedad.
El índice de
Desarrollo relativo al genero (IDG) en
el estado de Nayarit implica una merma en desarrollo humano que ha sido
calculada alrededor de 1.30% debida a la desigualdad entre hombres y mujeres.
Esta cifra
destaca que las mujeres en Nayarit tienen un trato asimétrico que redunda en la
restricción de sus libertades y en el ejercicio de sus derechos: Así, por
ejemplo aun cuando la tasa de alfabetización es similar entre mujeres (91.87%)
y hombres (92.48%). Las mujeres que terminan una licenciatura es mayor a los
hombres con una diferencia de 2.4% y sin embargo la mujer gana menos en
promedio de un 46% que los hombres.
Lo cual
coloca a Nayarit en el # 23 en relación al
país, apenas arriba de Tlaxcala y Zacatecas.
Tanto en el
nivel estatal como en el nacional, alrededor de uno de cada cinco hogares es
comandado por una mujer.
En cinco
años, la tasa de jefatura femenina aumentó de 21.4% a 23.5% en la entidad.
Participación
política en los municipios ésta es escasa: 5.0% son Presidentas municipales,
33.0% son regidoras y no hay síndicas.
una de cada
tres mujeres de 15 años y más, casadas o unidas sufrió al menos un incidente de
violencia por parte de su pareja (38.0%); ligeramente menor a la observada en
el nivel nacional (40.0%), sin embargo, este tipo de violencia conyugal es
mayor en zonas urbanas que en rurales (42.5% y 29.5%, respectivamente).
Distintas
formas de violencia pueden darse de manera simultánea; tal es el caso de la
violencia emocional –que suele acompañar a otras formas de violencia- que
alcanzó la cifra de 30.9% en la entidad.
La violencia
económica fue de 22.5%, la física de 9.0% y la sexual de 6.7%. Tanto en la
violencia física como la sexual la prevalencia es mayor en las zonas urbanas.
Cabe destacar
que del total de mujeres de 15 años y más que declaró sufrir violencia, 91.6%
padeció algún tipo de intimidación en el ámbito de su comunidad; de éstas,
reportó abuso sexual más de una de cada tres (35.1%). Este último porcentaje
aunque ligeramente menor al promedio nacional (41.9%) es una proporción
significativa para tomar en cuenta en la definición de políticas públicas.
Las mujeres
separadas o divorciadas en la entidad son las que declaran mayor incidencia de
violencia ejercida por sus parejas durante su relación: 73.6% fue víctima de
actos violentos durante su relación, 48.9% padecían violencia física y 32.0%
violencia sexual, cifra abrumadoramente más elevada que las que declaran las
mujeres unidas.
La alta prevalencia de este tipo de violencia
en la entidad sugiere que muchas de estas mujeres se separaron o divorciaron precisamente
por ser objeto de dicha violencia.
La violencia
contra las mujeres perpetrada por sus parejas conyugales no necesariamente cesa
con la separación y el divorcio. La misma encuesta muestra que 42.7% de las
mujeres divorciadas y separadas que sufrían violencia por parte de su pareja
durante su relación continuaron padeciéndola después de la ruptura conyugal; 14.3%
de estas mujeres señaló haber sido víctima de violencia física y 12.4% de
violencia sexual aún cuando se habían separado.
La
discriminación, la violencia y la amenaza de la violencia que padecen las
mujeres por el hecho de serlo, en prácticamente todos los ámbitos de sus vidas,
las frenan en el desarrollo de sus capacidades, inhiben el ejercicio de sus
libertades y, en consecuencia, se violentan sus derechos fundamentales.
Atender
la discriminación y la
violencia en la entidad es un imperativo urgente si se quieren alcanzar mejores
niveles de desarrollo que abarquen el ejercicio de la ciudadanía plena de las
mujeres.
Información
de INEGI
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