lunes, 23 de junio de 2014

Vivencias de una Costeña Santiagoixcuintleña Novena Parte (II).

Por. Emeria Navarro Narváez
En octubre de 1988, da inicio en la Universidad Autónoma de Nayarit el Segundo Curso Complementario de Licenciatura en Enfermería dirigido a docentes de la escuela y personal de enfermería del sector salud, coordinado por la licenciada en enfermería Evelina Flores Rosales. Como yo ya me había jubilado de enfermera en la Secretaría de Salud y mis hijos ya estaban grandes, me inscribí como alumna en este curso, en el que tuve experiencias de aprendizaje muy interesantes. En este proceso, algunas enfermeras que fueron mis alumnas en esta ocasión fueron mis maestras –cómo da vueltas la vida- y tuve de mentores  a distinguidos profesionistas como el Licenciado Javier Germán Rodríguez, el profesor Efraín Moreno Arciniega, el médico Antonio Sandoval Pazos, al Biólogo y Maestro en Salud Pública Saúl Hernán Aguilar Orozco entre otras personalidades.
     Dos hechos fueron inolvidables para mí: primeramente el viaje que hicimos todo el grupo a la bella Cuba con el fin de complementar nuestras prácticas haciendo un estudio de campo del Sistema de Salud en el régimen socialista de esta isla. Fue una serie de vivencias inolvidables, desde la preparación de la travesía, con el apoyo del entonces gobernador del Estado de Nayarit Celso Humberto Delgado Ramírez, quien nos facilitó desde los trámites internacionales, un crédito para cada una de las viajeras, el pasaporte y un autobús que por cierto, pasando la ciudad de Guadalajara, como a las dos de la mañana, empezó a zigzaguear en la carretera rumbo a México D.F. se salió de la cinta asfáltica y siguió corriendo a campo traviesa hasta parar su motor en un banco de grava. En esos segundos que me parecieron siglos, creí morir y pensé en mi familia. Al detenerse el carro, a pesar de que yo iba en el asiento de atrás quede en el parabrisas y fui la primera en salir del vehículo con mi maletita, volteando para todos lados y tocando todo mi cuerpo para ver si no me dolía algo. Luego nos vimos entre sí y constatamos que afortunadamente todos salimos ilesos, lo que no hubiera sucedido si el accidente ocurre en un lugar con barrancos. El apuro de Evelina fue que reanudáramos el viaje lo más pronto posible, pues íbamos con el tiempo justo para llegar al aeropuerto y ante cualquier retardo, corríamos el riesgo de que nos dejara el avión que salía a Cuba.
     Por fortuna, en pequeños grupos fuimos abordando autobuses conforme iban pasando y quienes llegaron primero al aeropuerto realizaron los trámites para que todas voláramos, a tal grado que faltaban escasos minutos para la salida del avión cuando llegaron las últimas compañeras para completar las 35 pasajeras de la Escuela de Enfermería.
     Llegamos al aeropuerto en Cuba y ahí mismo nos recogieron los pasaportes y nos dijeron que en este país no circulaba el peso mexicano. Me sentí despersonalizada pero poco a poco fui adquiriendo confianza al ver el paisaje parecido al de San Blas, Nayarit. Ya en la Habana, a punto de descender del autobús para ingresar al Hotel, cuando Luz Jiménez (q.e.p.d.)  estando   agachada sacando su maleta, un cubano le gritó “mete tu culo negra, porque te vamo a atropelláa”… los isleños nos veían con simpatía y nos manifestaban que por México tenían especial afecto. Nos llamó la atención que los niños nos rodearan pidiéndonos dulces. Luego me enteré que a los menores de edad les tienen prohibido consumir golosinas, además de que no había lugares en donde vendieran éstas, así como frutas o antojitos. Enseguida recordamos que en México los puestos de frutas en el mercado son dignos de plasmarse en un lienzo y que tenemos al alcance vendimias de comida y refrescos en cada esquina. Estas medidas de higiene, valieron a Cuba para reducir el grado de obesidad, abatir las gastroenteritis y mejorar la calidad de vida.
     En esa época los cubanos eran afectos a las comidas muy dulces – hasta empalagosas- nos ofrecieron una nieve y pasteles exageradamente dulces. La comida era buena, pero añoramos las tortillas y el chile, por cierto que como se atravesó el aniversario de la Revolución Mexicana, nos ofrecieron una cena basada en tacos, que ni siquiera se parecían a los que venden aquí en Tepic, en el parque “Juan Escutia”. De todas formas les agradecimos a los organizadores, sus atenciones y cerramos la noche saboreando deliciosos “Mojitos”.
         La enfermería en Cuba es reconocida profesionalmente al mismo nivel del médico, del psicólogo o de quien  ejerce cualquier otra licenciatura. Observamos el funcionamiento desde la unidad de salud más sencilla, los centros de salud intermedios, hasta un hospital de especialidades como la Clínica  “Hermanos Almejeira,” en donde era un hecho cotidiano el trasplante de diversos órganos. –En Cuba todo mundo está obligado a donar sus órganos cuando la muerte es inminente-. Nos sorprendió que la autoridad después del Director fuese una enfermera –Vicedirectora- que hombres y mujeres hicieran el servicio militar en campos bélicos del África. La Educación y la Salud son servicios gratuitos y los alimentos y adquisición de bienes son racionados para los cubanos. Se aprecia el mismo nivel económico para enfermeras, médicos y odontólogos. No había edificios lujosos ni se veían carros modernos circulando.
     Visitamos el Instituto Psiquiátrico en donde vimos que los pacientes mentales no portaban uniforme ni estaban encerrados, vivían libres en una bonita ciudad con grandes jardines y hacían muchas actividades especialmente canto y danza. Por cierto, nos ofrecieron un hermoso festival con grandes artistas que quedaron con secuelas mentales después de la revolución, pudimos apreciar lo grandioso de su arte y nos parecieron gente normal.
    Nos bañamos en “El Varadero” y algunas de nosotras gastamos dólares para apreciar un espectáculo en el antiguo y famoso “Tropicana” lugar en donde antaño actuaron Frank Sinatra, Carmen Miranda, Quico Mendive y otros artistas internacionales famosos. ¡Creo que todos los cubanos tienen el ritmo y el canto en sus venas! Visitamos la casa en que vivió Ernest Hemingway cuando estuvo en Cuba, observé su recámara, sus armas, sus cañas de pesca y el escritorio en donde quizás escribió la fascinante novela “El viejo y el mar”; recuerdo que el recibió el premio Pulitzer en 1953 y el Nobel de literatura en 1954. En el cinema a la intemperie “Ideal” de Santiago Ixcuintla, vimos películas cuyos argumentos se basaron en novelas de Hemingway, como “Por quién doblan las campanas” “Adiós a las armas” y “Las nieves del Kilimanjaro”. (Continuará).

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