Líneas
Por:
José Ma. Narváez Ramírez
Hoy mucho se platica entre
quienes conformamos la población nayarita, sobre los trabajos de remodelación
que el gobierno de Roberto Sandoval Castañeda, viene aplicando al viejo paseo
de La Loma de
Tepic; en su mayoría los consideramos una buena obra, necesaria y de amplia
visión futurista, por el olvido en que se encontraba. Aunque el Ing. Yanni
Rivera presumía –antes de ser destapado como pre candidato- de que laboran
diariamente 500 hombres y que pasando
esta semana trabajaría el doble de ellos, la realidad arroja menos de una
centena de trabajadores semi-encerrados en un gran cerco de madera nueva (que
se lleva la gente para “recuerdo”) y que se aprovecha como muro de publicidad
para el “gobierno de la gente” y para estorbar el paso peatonal, exponiéndolos
peligrosamente a ser atropellados por los carros que pasan como bólidos en
estas muy transitadas avenidas. Gracias a Dios no ha sucedido una tragedia,
pero se supone que no hay que tentar al “chamúko”… la seguridad también abarca
este rubro, obviamente…
Una
muy especial noticia dentro de estas remodelaciones, es que se dotará de un
nuevo trenecito (ojala fueran dos) que vendrá a darle esa emoción y atractivo
que causa gran alegría y satisfacción a chicos y grandes que se dan cita, por
lo regular, cada fin de semana para pasar unos momentos felices disfrutando de
los juegos instalados, y bajo la sombra de los árboles saborear el “lonche” que
llevan ex profeso para ellos y que hace las delicias de la familia como
complemento del rato de diversión tan saludable y provechoso. Deben de instalar
baños públicos en lugares estratégicos y no cobrar cinco pesos como cuota de
recuperación y mantenimiento –tal y se hace en los mercados de la ciudad- cerrando
temporalmente “los oficiales”, dizque por falta de agua… ¡Qué bárbaros! .
Especialmente
evitar el abuso realizado por los voraces comerciantes que les venden sus
productos a precios de dulcería de cine y en donde las autoridades sanitarias y
las de Profeco, que brillan… pero por su ausencia. Asimismo evadir el libre
comercio que ejercen los vendedores ambulantes –sin control- desatendiendo la
observancia de las leyes de salud y transformándose en el principal vehículo de
proliferante contaminación, ya que expenden tortas, sándwiches, perros
calientes, papas fritas, aguas frescas, paletas, nieves, pedazos de pastel y
una diversidad de antojos callejeros, caros y entre nidos de ratas y moscas, que están dentro de los puestos, bien
escondidas esperando el momento propicio para echarse encima de los restos de
comida…
Nada
más imaginen ustedes lo que sueñan nuestros chiquitines al hacer el viaje en el
trenecito, máxime si lo hacen pasar por lagos artificiales y mini-cascadas,
observando asombrados las figuras de animales semi-escondidos entre la
vegetación, y las interminables despedidas confundidas con las bienvenidas de
cada una de las vueltas, en una máquina que es muy difícil que conozcan los
niños –funcionando- al llegar a su vida adulta.
Son
los tiempos más hermosos de la infancia que se van tan rápido y que los chicos
se hacen jóvenes y la fantasía del viaje en el trenecito de La Loma queda en el libro de los
bellos recuerdos… El mundo fabuloso de la imaginación se trastoca en la
realidad, y de buenas a primeras ya los padres de familia están comprando los
pantalones largos o el traje especial para la quinceañera del hogar… Llegan los
rastrillos y los “kotex” y de pronto estamos llevando al paseo a los nietos…
Volver
a La Loma es
para muchos chavos vagos, ir a cometer actos vandálicos, por ejemplo con los
juegos mecánicos –que son exclusivamente para los menores de edad-, destruir
estatuas de animales que fabrica un profesor de Xalisco; asistir a practicar el
ligue o el pegue con la novia o la chamacona (tradición ya casi en decadencia
porque ahora se usa regularmente ir al hotel de paso). La policía va a vigilar
permanentemente este lugar.
¿Cómo
olvidar aquellos días en que íbamos con la libreta de apuntes a garrapatear
algo parecido a un poema, queriendo pergeñar unos versos dedicados a nuestra
“Dulcinea”?
Ahora
queda demostrado que el imán principal de este centro de esparcimiento es el
trenecito.
Dice
la gente que los puestos que funcionan en La Loma venden muy caros sus productos, incluyendo los
“algodones” de azúcar.
Patronatos
van y vienen, así como promesas de gobernadores, candidatos y presidentes
municipales, pero hasta ahora se ve que va en serio, aunque pretendían colocar
una “montaña rusa” y otras cosas imposibles… por ejemplo un estacionamiento,
que ocuparía talar muchos árboles y esto, sería criminal… ya con los que
talaron para construir “la concha” de La Loma , que sirve más para acarrear dormidos para
la onda politiquera que para presentar –como debería ser- obras de teatro y
otros actos que en verdad distraen al público asistente…
Control…
Señores… Control… tal vez se venia pensando en cobrar la entrada para reponer
lo gastado en la remodelación de marras, pero si no se cobra en la Feria, ¿para
qué mal acostumbrarnos? Búsquenle por otro cachete y adelante…
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