Líneas
Por: José Ma. Narváez Ramírez.
Pocos aficionados a las rolas de
conjunto norteño se saben el corrido de “Las talegas de mi abuelo”, que es el
preferido de un santiagoixcuintlense muy popular entre la tropa, quien lleva
por nombre Javier González Espericueta –el orgullo de Pozo de Ibarra, Nayarit,
aunque dejó enterrado en el panteón de La Presa (la tierra de las y los presidentes
municipales) el pedazo del cordón umbilical…
Y
esa palabra “talega” por muchos considerada alburera, se utiliza normalmente
para definir el saco que cuelga. Por ejemplo el morral, que es una bolsa ancha
y corta, de lienzo basto u otra tela, que sirve para llevar dentro varias cosas
de una parte a otra o guardarlas por un tiempo.
Pero
don Javier tiene su especial manera de interpretar las definiciones y le escuchamos
–en una de sus doctas disertaciones de convivio etílico ambarinero- entre el
paladeo y gorgoreo de las ambarinas bien heladas y el meneo cubiletero de la
“legalita y contando”: Talega era una especie de bolsa en que las mujeres metía
el pelo para que no se enredase, y se hacía de tafetán, lienzo o de otra clase
de tela. Por eso es propio decir sin malicia: “las talegas de mi abuela”.
“Por
otro lado –prosiguió don Javier- igualmente se le llamaba talegas a los
cucuruchos de trapo que se le colocaban a los niños en la parte posterior para
su limpieza. En la iglesia “soltar la talega” es decirle al cura los pecados
que tiene uno que confesar, y también se le puede llamar así a la botana que
sirven en los abrevaderos cantineros, por considerarse talega a la ración que
se da por alimento en una comida. Y para que sepan los que me quieran oír, -decía
González Espericueta en su tono de barítono engripado- talega era la cantidad
de mil pesos duros en plata y “talegazo” es el golpe dado con un talego o una
talega. Ya decía don Juan Ruiz de Alarcón, “la mujer flaca y fea, con muchos
huesos, es un saco de bolos en un talego”.
El
orgullo de Pozo de Ibarra, hizo una breve pausa para ingerir el resto de una
media Pacífico, y continuó su plática: “Por ahí alguien dijo, si el ama de
llaves está encargada de la compra, coge el talego o manda coger el cesto al
criado, a quien procura tener contento, porque no hay cosa mejor que la buena
armonía entre los compañeros”
Luego,
carcajeándose a mandíbula batiente, expresó: “Talegones, no son lo que ustedes
piensan sino que así se llama o se llamaba un río de España, muy tortuoso, por
cierto… y la taleguilla de sal, es la más difícil de llenar, porque así se
denomina al dinero que se consume en el gasto diario o “chivo”. También es un
término taurino”.
“Muchos
dicen –continuó don Javier- y con esto voy a cerrar el tema taleguero, que ser
“talegón” es “tocar el piano al revés, flojo o guevón (de huevo grande) pero no
es más que la palabra para definir un sacón o saco mayor, como el que se usa
para acarrear las boletas balinas de los votantes que se hacen previo al
cómputo en tiempo de elecciones… Así que por favor, no mal interpreten la letra
del corrido “Las Talegas de mi Abuelo” porque Control... Señores… Control…
dice: “siempre estaban repletas de de dinero”… ¡Salud, compañeros!”
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