Líneas
Por:
José Ma. Narváez Ramírez.
Cuando aquella corriente era
calma o se deslizaba en forma normal tranquila en su cauce, la gran mayoría de
chavalos íbamos a pasar el día para refrescarnos del fuerte calor -que siempre
ha caracterizado a Santiago Ixcuintla- para imitar a Johnny Wesmuller, el
primer Tarzán de la pantalla de celuloide que en la vida real era un consumado
campeón olímpico de natación, y acompañado de Mauren Sullivan –que la hacía de
una muy bella, bien formada y provocativa “Jane” –su compañera-, de 1932 a 1948 hicieron doce
películas que quedaron inmortalizadas en la historia del cine mundial. Su
creador se llamó Eduard C. Burroughs.
Uno
de sus mejores imitadores en el río de Santiago lo fue un jovencito llamado
Remigio Salas, un tipo atlético que con el pelo largo y sus fuertes brazadas,
se lanzaba a la corriente allá por los terrenos cercanos a la zona roja, donde
había árboles cuyas ramas servían de trampolines, propiciando los clavados
“atarzanados”. Nosotros cuando menos emulábamos a la changa Chita, dando
brincos a la orilla del majestuoso río.
El
maestro Raúl Rolón Ávila es el que mejor
arremedó en el pueblo, el famoso grito de Tarzán el Rey de los Monos,
aprovechando el famoso “Pepas” esta cualidad para anunciar las cintas que
pasaba el Cinema Ideal, montándolo en un triciclo y haciendo funcionar un
pequeño micrófono conectado a un aparato que operaba con baterías. Lo cierto es
que todas las tardes Raúl con sus gritos y los sonidos guturales de Chita,
hacía una ruidosa pero excelente invitación al público en general para que
asistiera a la función cinematográfica. Hoy Rolón es un renombrado maestro,
escritor e intelectual, que fungió recientemente en los Juegos Florales de la Feria Nacional de Primavera de
Santiago Ixcuintla, como Mantenedor de tan distinguido evento efectuado en la Plaza Principal de la
población. Edita con éxito la
Revista “La
Luciérnaga ” –de corte autobiográfico- en esta ciudad capital.
Aquellas
grandes canoas y batangas hechas de Huanacaxtle principalmente por carpinteros
de la sierra nayarita, y que transitaban día y noche por las aguas del río
llevando gente de un lado a otro, fueron desapareciendo paulatinamente de la
geografía santiagoixcuintlense para dar paso primero, al Puente de Los Cargadores,
que se convirtió en una leyenda en la historia del pueblo, ya que año tras año
la impetuosa corriente lo arrastraba varios kilómetros abajo y los cargadores
rápidamente iban a recoger los tablones y vigas para guardarlas y rehacerlo
nuevamente. Era una obra de incipiente ingeniería que con el tiempo se superaba
en la forma de construcción, ya que primero pasaba la gente y las bicicletas,
luego los triciclos y carretones, después los vehículos de motor. O sea que se
superaron estos hombres.
Hasta
que en tiempos del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, por intercesión
(entre otros) del General –Santiagueño- Álvaro Vallarta Ceceña, se edificó el
actual puente que suplió a aquel que dejó su huella de la tozudez y
perseverancia de unos santiagoixcuintlenses dedicados al trabajo y al
sacrificio: Los Cargadores de Santiago. Que empezaron cobrando veinte centavos
“la pasada” hasta superar el peso, por persona, después cinco y diez por carro.
No
podemos dejar en el tintero aquellos sembradíos de sandía que estaban rumbo (en
ese tiempo) del sauzal, en donde eran sorprendidos los “cacos sandilleros” por
los cuidadores de las parcelas, que portaban sendas escopetas cargadas con
balas de sal, y correteaban a los chamacos cuando se robaban las enormes
sandías y echaban carrera por la playa con el afán de llegar a saborear la
pesada carga poniéndose a salvo de sus perseguidores, pero algunas veces eran
alcanzados por el fuego de aquellos carranflones. (Nota de esto puede dar el
popular Francisco Romero “El Coleman”…)
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