Líneas
Por:
José Ma. Narváez Ramírez.
Era muy común observar las
parvadas de zopilotes volar sobre las aguas del río y sobre el cerro, parecían
flotar en las nubes y permanecían incansablemente suspendidos dando vueltas por
varias horas, hasta que el olor a podrido los hacía descender a “saborear” los
despojos orgánicos. Se daban el lujo de bajar a los hogares de los
santiagoixcuintlenses que gustaban –por ejemplo- de poner a orear la carne seca
de venado -a la intemperie- que en aquellos tiempos abundaban en las cercanías
del poblado, o también a dar cuenta de los huesos de desecho que quedaban en
las azoteas y jardines de las casas, en las que daban de comer a sus perros y
gatos. De pronto se veían sobre los tinacos, prestos a devorar la carroña.
De
repente ya no volvieron a aparecer estos animales; nos dijeron que igual que
los sapos, culebras, armadillos, conejos y demás fauna de los potreros
sembrados y del campo, se fueron extinguiendo a causa de la llegada de los insecticidas
y demás productos utilizados “modernamente” para matar las plagas que “abundaban
y hacían tanto daño” a la agricultura impidiendo que hubiera cosechas. Esto fue
–según indicaron los ingenieros de Tabaco en Rama- para proteger los sembrados,
más no la economía que en aquel tiempo estaba boyante y logró ostentar el
nombre de la “Costa de Oro” a la zona norte del estado.
El
río seguía su lento caminar al mar en tiempo de secas, y era el mayor tesoro de
los lugareños porque además de que sus aguas eran frescas y cristalinas
sirviendo de gigantesca alberca natural para todos, al mismo tiempo nos daba
alimento al darnos cauques, peces de diversas especies, camarones de agua dulce
y una gran variedad de patos, zarcetas, gallinetas y garzas. Los cargadores lo
seguían utilizando para transportar cristianos haciéndose uso de sus canoas y
batangas, y también empezaron a construir el famoso puente.
Las
extensas playas servían para realizar la fiesta principal del pueblo en honor
del Señor de la Ascensión ,
que según la leyenda “un día fue rescatado de la corriente por las chavindas de
unos rancheros y llevado al altar de la iglesia”…
Hubo muy buenos nadadores, principalmente del
poblado de La Presa ,
que presumían de cruzar el río contra la corriente –en aguas y secas-
aventándose en la orilla del pueblo y yendo a salir hasta la zona roja, pero al
regreso –de Santiago- asustaban de valientes cruzando contra-corriente de la
zona de atraco de las canoas hasta las ceibas de su población. El caudal era
impetuoso y muy peligroso porque a veces arrastraba troncos o animales.
Hoy
ya solo quedan en el recuerdo aquellas extensas playas convertidas por obra y
gracia de las grandes obras –como son las enormes presas y el puente de
concreto- y de la contaminación por el arrojamiento de basura, excremento,
desechos orgánicos, químicos, etc. etc., que ha causado la extinción de muchas
especies en una cadena interminable al grado de dejar aguas salobres en lugar
del limo vivificante que abonaba en forma natural a las tierras de cultivo y a
las que servían para que pastara el ganado. El delta de nuestro río Santiago
está quedando mutilado, absolutamente contaminado y ahora, se pretende
proseguir con esta obra de depredación si se permite la construcción de La Presa de las Cruces que
acabará con la agricultura, la ganadería y la pesca –entre otros medios de vida
de los nuestros- de las marismas, de las otras bocas y llegando a destruir la
vida de las especies en el Mar de Cortés… Así de despiadadas son estas llamadas
“grandes obras”…
Pero…
Control… Señores… Control… todavía no se ha autorizado porque nuestros indios:
los dueños de estas tierras, vienen luchando para impedirlo… ayudémosles… porque
si aceptamos que la CFE
se salga con la suya, van a acabar no solamente con la naturaleza, sino con
nosotros y con nuestros hijos…
(Continuará)
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