Por: José Ma. Narváez Ramírez.
Ya ni con “palo
guamuchilero” alcanzamos a pegarle a ls piñata de los artículos de la canasta
básica, máxime si en ella se incluyen los precios del gas de estufa y de la
gasolina del carro, aunque esta última solamente la quemen los que están
privilegiados y tienen en que moverse de un lugar a otro cómodamente sentados.
El asunto es que los artículos de la canasta básica cada día
siguen aumentando, como el costo del gas: poco a poco, como quien dice nos lo
siguen “dejando irineo” –como dice nuestro pueblo-, pero al mismo tiempo las
tortillas, el huevo, la leche, el pan, los frijoles, el azúcar, la sal y todo
lo que necesitamos los que trabajamos y los que no –que son más muchos, dijera
el cora- y lo que es también deplorable: los que trabajan y no les pagan
puntualmente sino hasta que les pega la gana.
Basta recordar el cumpleaños de alguno de sus hijos que
nuestros padres celebraban hace muchos años con la quebrada de la piñata y la
repartida de bolsitas llenas de dulces, un trozo de pastel y un abominable
refresco de cola de acompañamiento, para los pequeños que asistían previa
invitación escrita que repartían los papás entre los cuates de los niños
cumpleañeros, los grandes se empujaban unas cervezas bien frías a salud del
festejado y una botanita de carne preparada por la anfitriona.
Hoy, el consuelo es darle de palos a la piñata –que cada vez
la cuelgan de lo más alto del árbol- para que dure más la diversión y los
chavos recojan los dulces cuando le atinen a romperla, así alcanzan todos a
ponerse el pañuelo cubriéndoles los ojos y agarran un palo que quisieran que se
hiciera más largo como aquellas antenas de la radio y la televisión… Tal y como
ahora que los padres de familia elevan sus oraciones al cielo pidiéndole al
Señor Dios que lo ayude para que le ajuste el “méndigo” salario para comprar lo
más indispensable en el mercado. Aquello de dejar un “guardadito” para echarse
unas chelas entre pecho y espalda ahora que hace un calor de los diablos, ya
quedó para la historia y para el libro del los recuerdos de banca del jardín… a
la hora de la tertulia con los amigos…
Y ahí va la señora de la casa cada quinces, a abonar primero, a la cuenta del abonero (Coppel o equis mueblería), luego a mercar las medicinas que le recetó el doctor a su marido (y que ya tiene años que no hay en las farmacias del ISSSTE o del SS) y además se tienen que tomar “de por vida”, con la esperanza de que ya esté en las listas de los medicamentos genéricos… Luego de ahí pasa al mercado a comprar medio kilo de cada cosa que ocupa para “hacer la pápa” a la familia absteniéndose de mercar aunque sea un cuarto de carne o uno de pescado porque están fuera del alcance de su presupuesto, un puño de chiles –de los que ya están a tres pesos los que quepan en la mano- cinco pesos de tortillas y cinco de huevos, para hacerlos a la mexicana (estirados y revueltos) para que ajusten a medio llenar la panza de sus hambrientos chilpayates y agregados familiares de esos que nunca faltan… ¿El marido? Que se aguante con un plato de frijoles con cebolla, jitomate y chile picados y un café de olla de capitoso aroma… dos tortillas duras y… que diga que le fue bien…
Y ahí va la señora de la casa cada quinces, a abonar primero, a la cuenta del abonero (Coppel o equis mueblería), luego a mercar las medicinas que le recetó el doctor a su marido (y que ya tiene años que no hay en las farmacias del ISSSTE o del SS) y además se tienen que tomar “de por vida”, con la esperanza de que ya esté en las listas de los medicamentos genéricos… Luego de ahí pasa al mercado a comprar medio kilo de cada cosa que ocupa para “hacer la pápa” a la familia absteniéndose de mercar aunque sea un cuarto de carne o uno de pescado porque están fuera del alcance de su presupuesto, un puño de chiles –de los que ya están a tres pesos los que quepan en la mano- cinco pesos de tortillas y cinco de huevos, para hacerlos a la mexicana (estirados y revueltos) para que ajusten a medio llenar la panza de sus hambrientos chilpayates y agregados familiares de esos que nunca faltan… ¿El marido? Que se aguante con un plato de frijoles con cebolla, jitomate y chile picados y un café de olla de capitoso aroma… dos tortillas duras y… que diga que le fue bien…
Los artículos de la canasta básica siguen hacia arriba cada vez
que aumenta el “pinchurriento” salario mínimo, al grado de que los
mini-asalariados ruegan a Dios porque no les otorguen otro micro-aumento de
tres a cuatro pesos, pues eso significaría mayor elevación de los precios de los comestibles y
del gas que utiliza para prepararlos en la estufa.
Ya se acerca “el día del comerciante” pero como andan los
émulos del café de la esquina del Ayuntamiento de Tepic, que bautizara conocido
Arqueólogo (que “semeniega” a recordar el nombre) como el café sicario “porque te
levanta porque te levanta” (a los cuicos motorizados encubiertos les puso la
gente los “sedalmerk” por la misma razón), ya que los levantaron en días
pasados por estar celebrando en una bodega una fiesta familiar, procediendo con
lujo de fuerza a conducirlos a punta de macanazos al bóte. Parece ser que por
estos días no celebrarán fecha alguna… quedaron escamados.
No queda otro camino que buscar en la Internet los archivos de
“La Familia Burrón ”
y sacar las sabias recetas con las que preparaba la soleta a don Regino y a sus
chilpayates… Mientras Control… Señores… Control… hasta que llegue una
revolución con palos de escoba en lugar de metralletas, para acabar con esa
bola de ratones…
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