Por Emeria Navarro Narváez.
En los años 80 el doctor Trejo ya no era mi jefe
inmediato, lo fueron sucesivamente el Dr. Roberto Rentería y el Dr. Benjamín Cortina, me sentía
estimada y respetada hasta por los numerosos pasantes de medicina y de
enfermería que prestaron su inestimable servicio social en la Jurisdicción Sanitaria
No. 1, y quienes al concluir su valiosa participación en la salud de las
comunidades, se llevaron algo de mí y dejaron con su juventud renovados
conocimientos y entusiasmo por seguir adelante.
Tuve el
privilegio de haber transitado por un camino de transformaciones importantes en
la salud de Nayarit y de la República Mexicana , especialmente en los
renglones económicos, sociales, tecnológicos, demográficos y otros.
Los
patrones epidemiológicos registraron cambios de magnitud: la proporción de
muertes atribuibles a las enfermedades trasmisibles era de 63% en 1930 y de
sólo un 6% en 1992. El tamaño de la familia antes era numeroso y a fines del
siglo XX es menor de cinco miembros.
La pirámide poblacional ha sido invertida
registrando un aumento la capa de adultos mayores. La combinación de nuevos
medicamentos eficaces han permitido la cura de enfermedades como la lepra y la
tuberculosis aunque no su desaparición. A través de estas décadas se ha logrado
un impacto en las tasas de morbilidad y mortalidad en el grupo de enfermedades
prevenibles por la vacunación y hasta presumimos de la eliminación del
sarampión y de la poliomielitis. ¡Esto no lo creíamos en los años sesenta! Ya
mencioné con énfasis sobre la epopeya de
la erradicación de la viruela en México en 1951 y la erradicación mundial de
esta enfermedad 30 años después. En la actualidad se emplean nuevas vacunas que
ya no me tocó aplicar como la vacuna antirrubeólica, vacuna antihepatitis B y antihaemophilus
influenzae.
En
contraste han aparecido nuevas enfermedades algunas relacionadas con la
autoinmunidad como el S. I. D. A. -Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida-.
Poco antes de jubilarme me tocó entrevistar a dos jóvenes personas con este
padecimiento, una de éstas era una atractiva viuda a quien su esposo contagió.
Estuve en el velorio de un joven conocido mío por ser familiar de una
enfermera, le di el pésame a tres jefes de familia de El Botadero a quien les
devolvieron a sus hijos en ataúdes, víctimas de este mal, procedentes de los
Estados Unidos de Norteamérica, a donde se habían ido ellos a trabajar en busca
de mejores horizontes. Ví consumirse a un jovenzuelo que diariamente pasaba por
mi casa, muy bien acicalado con una actitud triunfante, hasta que lo consumió
este padecimiento que tanta discriminación causó por ignorar su causa y modo de
transmisión.
Una de las
últimas exposiciones que impartí en la Clínica del IMSS No. 1 de Tepic, fue sobre los
aspectos éticos y legales del SIDA,
reconociendo con gratitud, la asesoría de la médica sanitarista Gila Menchaca,
responsable de este programa en la Secretaría de Salud en el Estado.
En el mes de
septiembre de 1988, estando yo en convalecencia después de haber sido
objeto de una cirugía mayor, mi esposo
hizo los trámites necesarios para que yo me jubilara en la misma fecha que él
lo hizo como director de una escuela secundaria. Naturalmente me pesó haberme
retirado después de 31 años de servicios ininterrumpidos. Atrás se quedaba toda
una vida plena de emociones, creo que para ser enfermera se necesita buena
salud, capacidad para equilibrarse ante el estrés, templanza para animar al
paciente, inteligencia para resolver la problemática que cada caso representa y
saber colaborar en el equipo de salud sin afán de protagonismo.
Claro que
extrañé a mis compañeras de trabajo después de tanto tiempo de compartir
fracasos y saborear éxitos, las considero como a las hermanas que no tuve.
Al
principio acudía a saludarlas frecuentemente pero poco a poco se fueron
jubilando y otras murieron. En el presente sólo acudo ocasionalmente al Centro
de Salud y ya poca gente me conoce entre éstas las que anteriormente eran las
jóvenes como las hermanas Irma y Martha Paredes, Irene Cerón, Dora Luz
Gutiérrez Camacho e Hilda Toscano.
(Continuará en la próxima remesa).
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