lunes, 24 de febrero de 2014

Vivencias de una Costeña Santiagoixcuintleña

Por Emeria Navarro Narváez.

En los años 80 el doctor Trejo ya no era mi jefe inmediato, lo fueron sucesivamente el Dr. Roberto  Rentería y el Dr. Benjamín Cortina, me sentía estimada y respetada hasta por los numerosos pasantes de medicina y de enfermería que prestaron su inestimable servicio social en la Jurisdicción Sanitaria No. 1, y quienes al concluir su valiosa participación en la salud de las comunidades, se llevaron algo de mí y dejaron con su juventud renovados conocimientos y entusiasmo por seguir adelante.

     Tuve el privilegio de haber transitado por un camino de transformaciones importantes en la salud de Nayarit y de la República Mexicana, especialmente en los renglones económicos, sociales, tecnológicos, demográficos y otros. 

Los patrones epidemiológicos registraron cambios de magnitud: la proporción de muertes atribuibles a las enfermedades trasmisibles era de 63% en 1930 y de sólo un 6% en 1992. El tamaño de la familia antes era numeroso y a fines del siglo XX es menor de cinco miembros.

 La pirámide poblacional ha sido invertida registrando un aumento la capa de adultos mayores. La combinación de nuevos medicamentos eficaces han permitido la cura de enfermedades como la lepra y la tuberculosis aunque no su desaparición. A través de estas décadas se ha logrado un impacto en las tasas de morbilidad y mortalidad en el grupo de enfermedades prevenibles por la vacunación y hasta presumimos de la eliminación del sarampión y de la poliomielitis. ¡Esto no lo creíamos en los años sesenta! Ya mencioné con énfasis  sobre la epopeya de la erradicación de la viruela en México en 1951 y la erradicación mundial de esta enfermedad 30 años después. En la actualidad se emplean nuevas vacunas que ya no me tocó aplicar como la vacuna antirrubeólica, vacuna antihepatitis B y antihaemophilus influenzae. 

     En contraste han aparecido nuevas enfermedades algunas relacionadas con la autoinmunidad como el S. I. D. A. -Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida-. Poco antes de jubilarme me tocó entrevistar a dos jóvenes personas con este padecimiento, una de éstas era una atractiva viuda a quien su esposo contagió. Estuve en el velorio de un joven conocido mío por ser familiar de una enfermera, le di el pésame a tres jefes de familia de El Botadero a quien les devolvieron a sus hijos en ataúdes, víctimas de este mal, procedentes de los Estados Unidos de Norteamérica, a donde se habían ido ellos a trabajar en busca de mejores horizontes. Ví consumirse a un jovenzuelo que diariamente pasaba por mi casa, muy bien acicalado con una actitud triunfante, hasta que lo consumió este padecimiento que tanta discriminación causó por ignorar su causa y modo de transmisión.

     Una de las últimas exposiciones que impartí en la Clínica del IMSS No. 1 de Tepic, fue sobre los aspectos éticos y legales del  SIDA, reconociendo con gratitud, la asesoría de la médica sanitarista Gila Menchaca, responsable de este programa en la Secretaría de Salud en el Estado.

     En el mes de septiembre de 1988, estando yo en convalecencia después de haber sido objeto  de una cirugía mayor, mi esposo hizo los trámites necesarios para que yo me jubilara en la misma fecha que él lo hizo como director de una escuela secundaria. Naturalmente me pesó haberme retirado después de 31 años de servicios ininterrumpidos. Atrás se quedaba toda una vida plena de emociones, creo que para ser enfermera se necesita buena salud, capacidad para equilibrarse ante el estrés, templanza para animar al paciente, inteligencia para resolver la problemática que cada caso representa y saber colaborar en el equipo de salud sin afán de protagonismo.

     Claro que extrañé a mis compañeras de trabajo después de tanto tiempo de compartir fracasos y saborear éxitos, las considero como a las hermanas que no tuve. 
Al principio acudía a saludarlas frecuentemente pero poco a poco se fueron jubilando y otras murieron. En el presente sólo acudo ocasionalmente al Centro de Salud y ya poca gente me conoce entre éstas las que anteriormente eran las jóvenes como las hermanas Irma y Martha Paredes, Irene Cerón, Dora Luz Gutiérrez Camacho e Hilda Toscano.
(Continuará en la próxima remesa).

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