Líneas
Por: José Ma. Narváez Ramírez.
Hoy no se deben comparar las
ferias de antes con las de ahora, porque en aquellos tiempos las fiestas se
hacían –por ejemplo en Santiago- en honor del Señor de la Ascensión y eran
eminentemente religiosas, dándole las gracias al santo patrono por su benevolencia
y misericordia, tanto para celebrar el gozo de una buena cosecha o para padecer
menos los ataques del embravecido río, que de cualquier manera después de las
inundaciones dejaba en su loca carrera el bendito limo, para que las tierras
siguieran recibiendo la semilla. Hoy está más seco y contaminado que nunca
gracias a las presas que la CFE
continúa construyendo. Ahí viene una de las peores calamidades que sufrirá
Nayarit: La Presa
de las Cruces, que contaminará no solamente los miles de hectáreas en tierras
Coras sino que extenderá su destructivo paso hasta el Mar de Cortés.
Hubo
épocas muy duras, como por ejemplo en el periodo de la
II Guerra Mundial… El alumbrado público se
interrumpía constantemente y los municipios afectados vivían en continua zozobra.
No
había los modernos sistemas que hoy nos proporcionan (día y noche) luz
fluorescente, únicamente nos alumbrábamos con unos focos que parpadeaban en los
postes esquineros, bien chuecos.
En
Santiago –permítaseme citar- la plaza era el principal punto de reunión por las
tardes-noches, y en los ranchos era igual porque en la mayoría de los ejidos no
había arbotantes o cosa parecida, de tal manera que las reuniones se efectuaban
frente a los templos (donde por mera casualidad estaba la casa del señor autoridad
o la tienda más grande del poblado).
En
tiempos de avenidas había tremenda escasez de productos comestibles –de los
llamados ahora “de la canasta básica”-, el café se endulzaba con cucharadas de
miel de abeja, nos alumbrábamos con velas o veladoras y tomábamos agua plagada
de maromeros, por lo que casi todos los infantes (e infantas) teníamos
abultados vientres… Posteriormente las autoridades sanitarias nos lo
combatieron gratuitamente con un medicamento que se llamaba “tiro seguro”,
haciéndolas salir por todos los orificios del cuerpo. Los chavos de aquella
época corríamos asustados pegando tremendos gritos que ocasionaba el susto de
ver salir las lombrices serpenteando por la boca o la nariz o el ano… Largas y
viscosas…
Los
comerciantes hacían todo tipo de maromas y tranzas para abastecer sus negocios
y proporcionar (a precio muy alto) maíz, frijol, azúcar, leche y sus derivados,
manteca, carne, tortillas, etc. Lo que no fallaba era el vino y la cerveza,
porque francamente no había mucho trabajo y el temor de que nos cayera una
bomba desbalagada era muy remoto, o de que nuestro progenitor se fuera a
engrosar las filas del ejército y tal
vez no lo volviéramos a ver, nos ponía a temblar.
El
dinero estaba como en estos tiempos, muy difícil y a duras penas se conseguía
porque estaba más escaso que los comestibles, los usureros “vivían en Jauja” y
hacían su agosto como siempre; y para cerrar el círculo se integraron
batallones por todo el estado reclutados y adiestrados por la fuerza militar,
para preparar a los civiles para la guerra. La iglesia recibía a los fieles de
día y noche, ya que acudían a rezarle al Señor de la Ascensión pidiéndole con
fe su divina ayuda y pronto socorro.
Había
pocos médicos (Morales, Maraver –quien se recibió posteriormente y se fue a
radicar a Baja California-, Sánchez Pillot, Llanos, Ledesma y Ramos) y pocos
medicamentos. Las parteras empíricas sorteaban los casos difíciles con más
habilidad, experiencia y suerte que con técnica y conocimientos, así como con
instrumentos y medicinas especiales para el parto.
Pero
Control… Señores… Control… que después le seguimos…
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