El poder de la
libertad de expresión o la libertad de expresión al poder.
Por: Nora Villegas
“¡Quiero que le quede claro! Usted ya está de este lado, nadie la ha nombrado defensora de las causas justas” aseveraba la Fiscal Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) de la PGR, Laura Angelina Borbolla Moreno el día que la ONG “Artículo 19” dio un curso a los servidores públicos que laborábamos en la FEADLE.
La Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos en contra de la Libertad de Expresión (FEADLE), es la autoridad encargada de investigar y perseguir los delitos cometidos en contra de quienes ejercen la actividad periodística o se cometan en razón del ejercicio del derecho a la información o de libertad de prensa y expresión.
Durante el curso, los ponentes hablaban sobre las condiciones laborales que tenían los agentes investigadores de las instancias de procuración de justicia y las consecuencias que impactan directamente en los resultados de las investigaciones. Los directores de la FEADLE decían que las condiciones laborales, los horarios y la mentalidad de los servidores públicos aquí adscritos, debía ser de absoluta obediencia, sumisión y resignación, que no había posibilidad de cambiar absolutamente nada porque “así ha sido siempre” porque “quien trabaja en la Procu o está loco, enfermo, divorciado, soltero o solo”.
Al final de tan desafortunada disertación, y después de algunas miradas de mis compañeros que me decían “¡habla tú, habla tú!” me atreví a suplicarles a los ponentes de Artículo 19 que “escucharan lo que NO se había dicho”, que notaran que los servidores públicos de menor rango que estábamos ahí, por supuesto no estábamos de acuerdo, pero que nadie se atrevía a decir nada por miedo a represalias, porque decir algo que no te gusta en la FEADLE significa tu renuncia segura. ¿Por qué nadie más opinaba? Porque todos tienen miedo de decir lo que sienten y piensan.
Según la página de internet de la PGR, la FEADLE cuenta 62 “acciones relevantes a fin de crear vínculos de comunicación directos con diversos actores inmersos en la libertad de expresión, para fomentar y generar acciones de prevención del delito”. En su historia, cuenta con una sola sentencia condenatoria por un delito cometido contra la libertad de expresión.
Al día siguiente, la Maestra Borbolla me gritaba en su oficina que lo que había hecho estaba muy mal, que era motivo de pedirme la renuncia “piensa si quieres seguir aquí, no me hagas tomar una decisión a mí, si no eres prudente y no cuidas cada una de tus palabras para cuidarme la espalda, voy a pedirte la renuncia por pérdida de confianza, y eso no va a ser padre”
El segundo día del curso no volví a opinar absolutamente nada porque “estaba amenazada” y así lo expuse ante los expositores. De ahí en adelante, mi calvario laboral empezó.
Las personas que hemos sido forzadas a salir de la Fiscalía de la PGR que defiende a la libertad de expresión tenemos características que, si nos fijamos bien, no están lejos de ser discriminatorias y estar basadas en absurdos propios de quien no tiene la menor preparación y experiencia en temas de derechos humanos y que cuenta con mucha suerte y con una habilidad de improvisación extraordinaria.
La primera persona que fue despedida de la Fiscalía era un señor de edad avanzada; la segunda, una joven embarazada; la tercera, un hombre que por causas desconocidas está perdiendo el ojo izquierdo y presentó una orden del ISSSTE en donde el doctor especialista recomendaba labores específicas (no especiales) para favorecer la recuperación del mal que le aqueja; la cuarta una mujer que llevaba dos semanas de comisión, fuera de casa, tiene dos hijos, una familia encargada y se atrevió a extrañarla, a contar los días, al volver, la fiscal consideró que “no tenía la camiseta puesta” y la removió de su cargo. La quinta persona, esta servidora; las causas: me atrevía a acusar al hombre de su mayor confianza de misógino “de ese trato que usted llama misógino, usted tiene la culpa, usted lo propicia”, dijo la fiscal cuando llorando, le pedí que me cambiara de área.
Si esto no se llama discriminación ¿cómo se llama entonces?
Por: Nora Villegas
“¡Quiero que le quede claro! Usted ya está de este lado, nadie la ha nombrado defensora de las causas justas” aseveraba la Fiscal Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) de la PGR, Laura Angelina Borbolla Moreno el día que la ONG “Artículo 19” dio un curso a los servidores públicos que laborábamos en la FEADLE.
La Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos en contra de la Libertad de Expresión (FEADLE), es la autoridad encargada de investigar y perseguir los delitos cometidos en contra de quienes ejercen la actividad periodística o se cometan en razón del ejercicio del derecho a la información o de libertad de prensa y expresión.
Durante el curso, los ponentes hablaban sobre las condiciones laborales que tenían los agentes investigadores de las instancias de procuración de justicia y las consecuencias que impactan directamente en los resultados de las investigaciones. Los directores de la FEADLE decían que las condiciones laborales, los horarios y la mentalidad de los servidores públicos aquí adscritos, debía ser de absoluta obediencia, sumisión y resignación, que no había posibilidad de cambiar absolutamente nada porque “así ha sido siempre” porque “quien trabaja en la Procu o está loco, enfermo, divorciado, soltero o solo”.
Al final de tan desafortunada disertación, y después de algunas miradas de mis compañeros que me decían “¡habla tú, habla tú!” me atreví a suplicarles a los ponentes de Artículo 19 que “escucharan lo que NO se había dicho”, que notaran que los servidores públicos de menor rango que estábamos ahí, por supuesto no estábamos de acuerdo, pero que nadie se atrevía a decir nada por miedo a represalias, porque decir algo que no te gusta en la FEADLE significa tu renuncia segura. ¿Por qué nadie más opinaba? Porque todos tienen miedo de decir lo que sienten y piensan.
Según la página de internet de la PGR, la FEADLE cuenta 62 “acciones relevantes a fin de crear vínculos de comunicación directos con diversos actores inmersos en la libertad de expresión, para fomentar y generar acciones de prevención del delito”. En su historia, cuenta con una sola sentencia condenatoria por un delito cometido contra la libertad de expresión.
Al día siguiente, la Maestra Borbolla me gritaba en su oficina que lo que había hecho estaba muy mal, que era motivo de pedirme la renuncia “piensa si quieres seguir aquí, no me hagas tomar una decisión a mí, si no eres prudente y no cuidas cada una de tus palabras para cuidarme la espalda, voy a pedirte la renuncia por pérdida de confianza, y eso no va a ser padre”
El segundo día del curso no volví a opinar absolutamente nada porque “estaba amenazada” y así lo expuse ante los expositores. De ahí en adelante, mi calvario laboral empezó.
Las personas que hemos sido forzadas a salir de la Fiscalía de la PGR que defiende a la libertad de expresión tenemos características que, si nos fijamos bien, no están lejos de ser discriminatorias y estar basadas en absurdos propios de quien no tiene la menor preparación y experiencia en temas de derechos humanos y que cuenta con mucha suerte y con una habilidad de improvisación extraordinaria.
La primera persona que fue despedida de la Fiscalía era un señor de edad avanzada; la segunda, una joven embarazada; la tercera, un hombre que por causas desconocidas está perdiendo el ojo izquierdo y presentó una orden del ISSSTE en donde el doctor especialista recomendaba labores específicas (no especiales) para favorecer la recuperación del mal que le aqueja; la cuarta una mujer que llevaba dos semanas de comisión, fuera de casa, tiene dos hijos, una familia encargada y se atrevió a extrañarla, a contar los días, al volver, la fiscal consideró que “no tenía la camiseta puesta” y la removió de su cargo. La quinta persona, esta servidora; las causas: me atrevía a acusar al hombre de su mayor confianza de misógino “de ese trato que usted llama misógino, usted tiene la culpa, usted lo propicia”, dijo la fiscal cuando llorando, le pedí que me cambiara de área.
Si esto no se llama discriminación ¿cómo se llama entonces?
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