miércoles, 21 de agosto de 2013

Vivencias de una costeña Santiagoixcuintlense


Por: Emeria Navarro Narváez
VI-V
Interrumpo la narración de mis vivencias, porque no tengo otra cosa en la cabeza más que la imagen palpable de mi cuñada, Domitila Sánchez Madariaga o de Navarro como se usaba antes.  Hace escaso un año  mencionaba yo, que no hay llanto más desgarrador, que el que vierte una madre ante la pérdida para siempre de su hijo. El jueves santo del 2012 sufrimos el fallecimiento de mi sobrino, el ingeniero Ernesto Navarro Sánchez, dejando en nosotros una estela de tristeza inenarrable y un cruel dolor en una madre que sucumbió prontamente.
    El jueves 4 de Julio del presente 2013, a las siete de la mañana, en el día y hora en que Domi  se casó con mi hermano hace 50 años, entregó ella su alma al creador hiriendo sin misericordia a sus seres queridos: Ernesto Navarro Narváez su esposo; a sus hijos, José Teodoro, Martha Emeria  Isabel Gabriela, Mayra Francisca y a sus hijos políticos, Soraya, Luis, Armando y Jesús; sus nietos y bisnietos. El vestido que ella iba a estrenar en sus bodas de Oro, le sirvió de mortaja, el mariachi que iba a amenizar tan singular evento, sirvió de fondo durante su sepelio. 
     Descansa en paz, querida hermana, toda una mujer inteligente y laboriosa, seguirás siendo un sol para nuestra familia, pese a que ya no saborearemos tus exquisitos guisos, tu recuerdo imborrable seguirá siendo nuestra guía.
     En Octubre de 1962, ingresé a la Escuela Preparatoria # 1 del Instituto de Ciencias y Letras de Nayarit, para animar a mi hermano Arnulfo a que continuara estudiando, por la razón de que él ya había decidido interrumpir sus estudios. Además yo tenía el gusanito de algún día yo hacer estudios superiores en Salud Mental y eso era imposible si yo no hacía alguna licenciatura. La escuela recién se había ubicado en la hermosa Casa Fenelón, donada por el Lic. Adolfo López Mateos, Presidente de la República, gracias a la solicitud que le hicieron los alumnos de la Preparatoria Héctor Rodríguez Loaiza, Fernando Macías Aragón y Leonardo Torres Haro, orientados por el Profesor Luis Batista Ortega. Los alumnos de la preparatoria fuimos testigos en 1963 de la venta de la Casa Fenelón al Gobierno del Estado, para instalar en él, el Instituto de Ciencias y Letras de Nayarit. Desde 1969 pertenece a la Universidad de Nayarit. En  1975 albergó a la Escuela de Medicina Humana.
     Un buen número de los egresados de la preparatoria, generación 1962-1964, aun en el presente, nos reunimos el último jueves de cada mes ante la convocatoria de Ana Rosa Valderrama Guzmán y Raúl Estrada Reyes. Inolvidable fue la celebración del 30 aniversario de que egresamos en 1994, hubo una misa oficiada por el párroco Manuel Olimón Nolasco –condiscípulo en la preparatoria – y una cena baile con una orquesta que interpretaba la música de los años sesenta como “despeinada”, “popotitos” y “perro lanudo”, solamente que los muchachos de aquella época, para esos momentos, ya habían perdido su copete a la Tony Curtis y lucían sendas barriguitas, las chicas del ayer ya teníamos muchos kilos de no vernos y nos movíamos con menos agilidad. Por eso en las últimas celebraciones contratamos un trío.
     Al través de éstas décadas que han transcurrido aceleradamente, celebramos reuniones ordinarias mensuales y extraordinarias en fechas especiales a las que acuden condiscípulos que residen en otros estados de la República. Naturalmente, cada vez somos menos, pero siempre nos abrazamos con la alegría de vernos y se nos pasa el tiempo recordando situaciones casi siempre chuscas, en estas reuniones nos desprendemos de los títulos de abogados, ingenieros, profesores, de enfermeras, médicos, y otros para hablarnos con nuestros nombres de pila y recordando apodos de los presentes y ausentes como: Raúl Estrada Reyes “El conejo”, Jesús Galindo “El chayote”, Adalberto Navarrete Zavala “Ricitos de oro”, Adolfo Méndez “Fito”, Javier Godínez Jacobo “El pomo”, Ignacio Oropeza Cruz “Chevecha”, Rogelio Medina Souza “El picudas”, Marco Antonio Sánchez Moraila “El guacho”, Patricio Carrillo “Ticho” Raúl Ruvalcaba “El gato”, y otros cuyos apodos no los tengo presentes, pero casi todos puestos con mucho ingenio, por ejemplo, yo les preguntaba por qué a x le decían “La cárcel”, sonriendo los muchachos me contestaban en coro: “¿ Luego no le ves los barrotes?.  En Rafael García Valle era evidente que por sus espinillas le apodaran “De cachetito no”. No estoy segura en cual curso que llevé había una chica con una pierna paralizada, el caso es que le decían “La inmortal” por aquello de que nunca iba a estirar la pata… A un compañero de la prepa le decíamos “Fósil” porque llevaba tres años especializándose en primero. A Leonardo Torres Haro secretario general de los estudiantes le apodaban “Amado Nervo”, por su fisonomía o “Zorba el griego”. A Roberto Pérez Jacobo le decían “El jetón”, a Héctor Javier Cayeros “El jet”, a Fernando Macías Aragón alias “El chivo”y a Juan Magallanes Rosas “Solomillo” porque siempre llegaba cantando ¡Oh sole mío! A Beatríz Maciel le decían “La tichi”, María Luisa González Varela “titina”, Javier Gómez Arias “La coneja “, Javier Riestra “El chito” Dolores Armanda Cervera “La chula”, Rosendo Rivera Montes “Chendo”, Ricardo Vázquez Rentería “Richard”y Sergio Francisco Bobadilla Aguiar “El zarco”.
     Estando en plena tardeada, mientras se oían las notas del “Florida Twist, interpretado por el conjunto de la prepa que se autonombraba “Cora Twister” yo le pregunté a “De cachetito no”  por qué razón admitían a “equis” compañero que tocaba muy emocionado la batería, pero no marcaba bien el ritmo, mortificado Rafael me contestó: Cállate amiga, ¿Qué no sabes que es el dueño de casi todos los instrumentos?
     Poco me relacioné con los maestros de la preparatoria, porque no tenía yo tiempo de platicar con nadie, a quien más recuerdo es al profesor y Lic. Rogelio López Ordaz, familiar cercano de Amado Nervo. Él nos impartió Etimologías griegas y latinas. Muy buen maestro, experto en Filología. A él los muchachos le apodaban “El faisán” o el “Ford 200”-por su suave muelleo- según     un anuncio en la radio al referirse al automóvil del año de esa marca.
A Raúl Rea Carvajal, profesor de Sociología, los muchachos le decían “La llanta” por el aspecto de su boca: gruesa, redonda y negra. AL Lic. Rubén Hernández de la Torre, al parecer no le pusimos ningún sobrenombre. Al Ing. Benjamín Cortina, los chicos le decían “El cerote” por aquello de los          ceros que ponía a los incumplidos. El profesor Luis Batista Ortega tenía el apodo de “El literato” nos hizo leer obras como “El viejo y el mar” “Platero y yo”, declamaba de Gustavo Adolfo Bécker “Volverán las oscuras golondrinas, en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales, jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban, tu hermosura y mi dicha contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres,  ésas…  ¡No volverán!” Al Dr. Joaquín Cánovas Pouchades tampoco le pusimos apodo, lo que tengo fijo en mi mente es que él impartía unas interesantes clases de Historia de México con su voz marcial, y dividía al grupo en dos bandos: liberales y conservadores. El maestro Casillas nos daba clases de matemáticas, era muy exigente, diariamente nos dejaba tarea, nos pasaba casi a todos al pizarrón para calificarnos. No permitía  que durante su clase los muchachos cubrieran su cabeza con cachuchas u otro objeto, en fin nos traía marcando el paso. Yo me reunía la mayor parte de las veces, con Martha Medina Lomelí, María Eugenia Magallanes Negrete y con Teresa Margarita Aldrete Mora, estudiosas y guapas muchachas, que por cierto, los condiscípulos les pedían que se sentaran en el frente para que cuando cruzaran las piernas, se distrajera el profesor de matemáticas. En una de esas tardes, María Eugenia, Martha y yo, hicimos la pinta, para ir a ver una película prohibida para menores titulada “Magdalena” el caso es que en el intermedio, al encenderse las luces, lo primero que vimos detrás de nosotras, fue al profesor Casillas. El para asustarnos más exclamó: ¿Con que haciendo la pinta eh? Nos quedamos mudas… pero yo reaccioné y le dije: ¡Ajá, y Ud. También!
    

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