jueves, 21 de noviembre de 2013

Un desfile muy especial


 
Por: José Ma. Narváez Ramírez.


Después de las grandes compras que hicieron los nayaritas en los tres días de una parodia de la fiesta gringa, que aquí llamaron “Buen Fin” y que afortunadamente no les han pagado el aguinaldo, sino los hubieran dejado más secos que barriga de crudo al día siguiente de una papalina… Nuestros nuevos héroes que son los niños y jóvenes que participaron en la parada tradicional del 20 de Noviembre, lo hicieron de manera ordenada y con ese entusiasmo y orgullo propios de la juventud nayarita, rindieron homenaje a la gesta revolucionaria cumpliendo con los mandatos que en este día se rinde a quien lo merece.
         Con los uniformes limpios, relucientes y brillantes como los tambores y las cornetas que portaban los integrantes de las respectivas escoltas, marcando y anunciando su paso, así iban igualmente los atletas que levantaron (todos) el aplauso de las gentes, al realizar acompasando sus rápidas demostraciones en diversas evoluciones que emocionaron a los espectadores, mientras las columnas despertaban la admiración y el respeto.
         No podían faltar algunos alumnos de las escuelas que desfilaron, sin descomponer la fila, luciendo sus figuras rubicundas –francamente gorditos y gorditas- pero aunque sudaron la gota gorda, ahí estaban representando los colores de sus respectivas instituciones con dignidad.
         Un desfile que nos muestra a la niñez y a la juventud pujante que aunque la vida se presente difícil principalmente para sus progenitores, que son los que tienen que conseguir el dinero para la compra de alimentos y vestido, utensilios escolares y los extras para proporcionarles distracción y diversión en los días de descanso, atención médica y tantas otras cosas que los hijos compensan a la hora de entrar al escaparate de los desfiles en los que un día ellos también fueron los protagonistas, y al mirarlos y admirar su porte y su ingenua presunción, comprueban que ahí siguen marcando el eterno paso.
         ¡Cómo quisiéramos que el tiempo se detuviera en esos maravillosos instantes! Pero la función debe de continuar –dice la vieja sentencia- y hoy todos volvemos al escenario del trajín diario y las imágenes de nuestros hijos desfilando se quedan en las fotografías que logramos imprimir, y en nuestro cerebro almacenaremos, para hacer una diferente sucesión en el departamento de los bellos recuerdos.
         Días especiales que nos hacen amontonarnos con orden a la hora en que nuestros hijos cumplen con la patria, al tiempo de aplaudir su participación. A la hora en que los maestros demuestran que sí dedican su tiempo y esfuerzo a inculcar en sus alumnos respeto a aquellos que ofrendaron sus vidas para darnos libertad.

         Control… Señores… Control… A pesar de que los locutores que “amenizaban” la pasarela, a la hora de desfilar frente a Palacio, únicamente pronunciaron un nombre diferente a los de nuestros próceres… Eso no se vale, amigos, porque se trataba de un desfile del 20 de Noviembre, en el que se rendía homenaje a la Revolución Mexicana, no a un gobernante que presenciaba y aplaudía su paso bajo el recinto en que ondeaba la Enseña Patria, no la divisa de su ganado…

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